Marengo y el pollo

En la segunda Campaña a Italia, Napoleón había planeado tomar Alessandría, un punto estratégico donde se alojaba el ejército austriaco. Para llegar allí debía pasar por un caserío llamado Marengo. Esa noche, Bonaparte se pasó estudiando el campamento enemigo. Más de 30.000 soldados estaban a punto de enfrentarse a las tropas francesas que sumaban 28.000, aunque no todas habían llegado a Marengo.

Para aligerar la marcha, Napoleón no llevaba suministros con su ejército. Este debía vivir de lo que encontrara, y ese día, parte de las tropas estaban juntando forraje en las vecindades. El Barón Melas se percató del detalle y decidió atacar desde temprano, lanzando su ejército en tres columnas a través de una de las pocas planicies de Italia que permitía un ataque masivo de caballería.

Al mediodía, los franceses ante la superioridad austríaca comenzaron a retroceder. Desesperado, Napoleón llamó al general Desaix para que retornase inmediatamente a unirse al grueso del ejército francés. Eran las tres de la tarde cuando Desaix entró en batalla al grito de “Todavía podemos vencer esta batalla”, atacando el flanco izquierdo de los austríacos, quienes en desorden abandonaron el campo. En una hora había cambiado la suerte del ejército francés.

Marengo fue la primera batalla que Napoleón ganó como Jefe de Estado, y esa noche celebró con sus oficiales cenando con lo poco que tenían a disposición, pollo, aceite de oliva y huevo cocinado con ajo, tomate, cangrejos y brandy. A los postres brindaron por el héroe de la jornada, el general Desaix, muerto en batalla.

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Desaix.

Desaix.

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