La ópera de los tres centavos

Bertolt Brecht es autor de seis obras musicales, de las cuales cuatro fueron escritas en colaboración con su compatriota Weill: Apogeo y caída de la ciudad de Mahagonny (1928), Happy end (1929), Los siete pecados (1929) —conocida también como Los siete pecados de los pequeños burgueses— y La ópera de los tres centavos, o La ópera de cuatro cuartos, una revisión actualizada que hizo Brecht de la parodia musical del siglo XVIII The beggar’s Opera (La ópera de los mendigos), del inglés John Gay. Esta obra irreverente tenía en su punto de mira al gobierno de su época: el jefe de los ladrones (Macheath) era una burda caricatura del entonces primer ministro británico, Robert Walpole, y la banda de ladrones su gabinete.

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Contrariamente a lo imperante hasta entonces, Bertolt Brecht propone un teatro que logre el alejamiento del espectador para que, en lugar de involucrarse emocionalmente, pueda pensar. Elabora así la teoría del teatro épico con reglas destinadas a recordarnos en todo momento, mediante distintos artificios, que estamos presenciando un espectáculo.

Su estreno -el 31 de agosto de 1928- fue un éxito, el mayor que conocieron los teatros berlineses hasta que los nazis se hicieron con el poder en 1933. Weill y Brecht se vieron entonces obligados a huir de Alemania, pero la obra ya se había traducido a dieciocho idiomas y representado miles de veces en los escenarios europeos. La poderosa música de Weill combinada con el cinismo y la crítica social del libreto de Brecht produjeron una de las creaciones culturales más importantes de la Europa de entreguerras.

Kurt Weill y Bertolt Brecht concibieron la obra en cuadros cerrados en que los actos no se continúan musicalmente a partir de un leit motiv —melodía asociada a un personaje o situación que se repite a lo largo de toda la obra— sino que se suceden a la manera de canciones.

La escenografía del estreno, sin llegar a ser abstracta, era de una gran simpleza. Cruzaba el escenario una soga de la que colgaba una cortina de lino y había dos pantallas en las que se proyectaban slogans que anunciaban cada nueva escena, otro de los recursos utilizados por Brecht para fragmentar la acción en sus obras. Los atuendos, por tratarse ésta de una ópera de mendigos, eran desprolijos y rotosos; y el maquillaje, grotesco.

Por el escenario desfila una serie de personajes de lo más marginales, como Mackie Navaja, líder de los bandidos, que toma en la historia el lugar habitual del héroe; Polly, hija del jefe de una cuadrilla de mendigos, enamorada de Mackie; Brown, un policía corrupto; y Jenny, prostituta y antigua pareja del héroe de la historia. Al margen de la crítica al capitalismo, cuyas mayores miserias se encarnan en cada uno de ellos, Brecht y Weill no tienen problema en encarar temas como la violencia doméstica e incluso el aborto, ambos presentes en la “Balada del Chulo” (o proxeneta).

No existe vídeo alguno de la representación teatral, pero existe una versión cinematográfica -coproducción franco-alemana- que se estrenó en 1931 (Die 3 Groschen-Oper; La comedia de la vida se tituló la versión doblaba al español). Dirigida por G. W. Pabst, el reparto lo encabezaron Rudolf Forster (Mackie el Navaja), Fritz Rasp (Peachum), Carola Neher (Polly), Valeska Gert (mujer de Peachum) y Lotte Lenya (Jenny), esposa de Kurt Weill. Cuando los nazis llegaron al poder en 1933 la película fue prohibida y se destruyeron las copias que tuvieron a su alcance.

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La obra se estrenó en Buenos Aires en agosto del 2004, en una adaptación dirigida por Betty Gambartes, el elenco contó con la presencia de Diego Peretti, Walter Santa Ana y Alejandra Radano. Y aunque mantuvo varias de las piezas musicales compuestas por Kurt Weill, la versión argentina se centró más en lo actoral que lo musical.

Cuando le preguntaron a Lotte Lenya, esposa de Kurt Weill —que interpretó a Jenny, la prostituta, en el estreno mundial—, sobre la vigencia de la obra, hacia mitad del siglo pasado, declaró que “La ópera de los tres centavos seguirá vigente durante mucho tiempo porque trata acerca de la corrupción y la pobreza. La corrupción, sabemos, tiene un gran futuro y, el Señor sabe, ¡vaya si tiene pasado!”.

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