La extraña muerte del Bandido

Osado, intrépido, contundente, soberbio, así era el general más popular del ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial. Nunca callaba su opinión (aunque fuese políticamente incorrecta), cosa que le ganó enemigos y admiradores por igual. Nadie lo detenía y marchaba siempre derecho al objetivo, haciendo despliegue de su potencia física (que lo había llevado a participar de los Juegos Olímpicos de Estocolmo, donde participó en esgrima, equitación, tiro y carrera pedestre) y su fenomenal coraje. Fervoroso anticomunista, nunca calló su opinión: Estados Unidos debía continuar la guerra en Europa hasta destruir a la Unión Soviética. En 1945, George Smith Patton encabezó al 3er. Ejército que tomó Checoslovaquia, pero Eisenhower le ordenó retirarse. El general Bunchenco, que compartía con Patton el odio a Stalin, estaba al mando de 23.000 soldados rusos que no querían volver a la Unión Soviética. Al enterarse del repliegue de Patton, Bunchenco lo siguió, pero Eisenhower obedeciendo las consignas del gobierno norteamericano de no trenzarse en una nueva guerra, le ordenó a Patton que entregase a los soldados rusos al gobierno soviético. Muchos de ellos se suicidaron al conocer la noticia. Patton trataba de asistir a los rusos anticomunistas, gestionando su asilo, como lo hizo con el general Vlasow. Cuando este marchó al cuartel de Eisenhower fue interceptado y entregado a los soviéticos. Vlasow fue asesinado, degollado y su cabeza expuesta como escarmiento. Patton elevó su voz de protesta. (Eran muchos los soldados rusos que no querían volver al Paraíso Stalinista). Y advirtió que una nueva guerra se acercaba. La paz entre los soviéticos y occidente para Patton tenía los días contados. Alterado por el curso de los acontecimientos, Patton amenazó con renunciar y volver a Estados Unidos para denunciar las infamias cometidas a la sombra de la opinión pública norteamericana.

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George S. Patton.
George S. Patton.

La administración americana pensaba que estaba loco de remate y, por supuesto, Stalin lo quería ver muerto. Según los seguidores de la teoría conspirativa, la oficina de OSS- Office of Strategic Services- montó una operación encubierta para asesinarle. El encargado de la operación fue Douglas Bazata, y el General “Wild Bill” Donovan, director de la citada oficina, el que orquestó el plan. Uno de los más acérrimos defensores de la teoría del asesinato es el historiador Robert Wilcox, autor del libro “Target Patton” que incluye una entrevista con el héroe de guerra Bazata, muerto en 1999, en la que explica cómo se preparó el accidente con el camión del ejército que impactó contra el Cadillac del General, y como disparó el proyectil a Patton que le rompió el cuello. Bazata (amigo personal de Dalí que le pintó como Don Quijote) también sugirió en la entrevista que los oficiales americanos hicieron la vista gorda ante la presencia de agentes soviéticos del NKVD (precursor del KGB) para envenenar al héroe americano. Llama poderosamente la atención el hecho de que al menos 5 informes oficiales del accidente han desaparecido de los archivos oficiales. También que las historias personales de aquellos que estuvieron presentes en el accidente, se han evaporado. Sin embargo, la causa oficial de muerte fue un edema pulmonar y un fallo cardíaco. Ni los testigos, ni el personal médico que atendió a Patton dieron validez a la teoría del asesinato. Con toda seguridad, con la muerte de Patton, los rusos respiraron y Eisenhower se quitó de encima a un poderoso rival. Aunque de ahí, a creer en toda una conspiración en la que los americanos dejaron que los rusos envenenasen a uno de los suyos, es llevar las cosas demasiado lejos. Y mucho más que se hubiera montado una operación por su propio servicio secreto para eliminarlo cuando, lo más probable, y sencillo, era esperar que el General Patton dimitiera. Un dato que ya conocían en la OSS. La muerte de uno de los mejores generales de la Segunda Guerra Mundial, se debió al azar y no a una mano conspirativa. El hecho de que un escritor publicara un libro con una supuesta entrevista en la que reconoce la conspiración, no es ninguna prueba evidente. La gran mayoría de personas suelen aplicar la máxima de Oscar Wilde: “Yo puedo creer cualquier cosa con tal de que sea increíble”. Patton murió porque la diosa fortuna le volvió la espalda en el último momento. Su cuerpo fue enterrado, con honores, en el cementerio de Hamm, Luxemburgo, junto a los hombres que lucharon y murieron por la libertad de los europeos

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