Golpe de Estado en Chile

Chile fue sacudido el 11 de septiembre de 1973 con un golpe militar encabezado por el general Augusto Pinochet. Pero lo que ocurrió no fue una sorpresa. El país vivía desde hacía meses en una tensión creciente y el rumor de un inminente golpe crecía. El derrocamiento de Allende fue bien recibido por un amplio sector de la sociedad chilena, en desacuerdo con las reformas y cansada de las penurias económicas.

Apenas dos semanas antes del golpe, el general Augusto José Ramón Pinochet Ugarte había sido designado por Allende como comandante en jefe del Ejército, sustituyendo al dimitido general Carlos Prats, que ya no tenía apoyo en la cúpula del ejército. Posteriormente, en 1974, Prats sería asesinado por la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), una especie de policía política de la dictadura. Pinochet (un hombre astuto, hermético y ambicioso a quien Allende consideraba leal) no había jugado un papel relevante en la planificación del golpe, pero cuando los organizadores se lo propusieron, no dudó en aprovechar la oportunidad histórica de encabezarlo.

Salvador Allende, impulsor de la fórmula conocida como la “vía chilena al socialismo” que postulaba un socialismo democrático y pluripartidista, había ganado las elecciones el 4 de septiembre de 1970 como candidato de la UP (una coalición que integró a socialistas, comunistas, radicales y otros pequeños partidos) con el 36,6% de los votos, casi 2 puntos más que el derechista Jorge Alessandri y 9 más que el democristiano radomiro Tomic. Como no obtuvo la mayoría absoluta, las Cámaras lo proclamaron presidente por 153 votos contra 35 para Alessandri.

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Allende
Allende

 

Allende dirigió los destinos de Chile durante tres años, con la oposición del Congreso y de una parte de la sociedad, que se fue polarizando cada vez más. Su propia coalición le brindaba cada vez un apoyo político más endeble, y a la creciente tensión social se le sumó una política económica recibida con hostilidad y miedo por empresarios y terratenientes.

En 1971 Allende promulgó la Ley de nacionalización del cobre, decidió la expropiación de haciendas, aumentó el control estatal de empresas y bancos, ordenó la nacionalización de compañías extranjeras y decretó medidas de redistribución de la renta. Sus decisiones llevaron a un aumento de la inflación y la escasez de alimentos. En diciembre de 1972 Allende denunció en la ONU una agresión internacional y un boicot económico a Chile. Finalmente, meses antes del golpe, una prolongada huelga de camioneros que se oponían a sus planes de nacionalización produjo un enorme desabastecimiento y los comerciantes, sin casi nada que vender, se unieron a la protesta. El malestar social era imparable.

Y llegó el 11 de septiembre de 1973.

En la madrugada de ese día (martes), los barcos de la Armada, que habían zarpado el día anterior para participar junto a buques estadounidenses en unas maniobras militares, regresaron a Valparaíso. Unos pocos cañonazos bastaron para ocupar las calles del puerto, la intendencia y los centros de comunicación. Eran las 6.00hs. El presidente Allende, advertido de los primeros movimientos golpistas de la Armada en Valparaíso, había llegado a La Moneda acompañado de su guardia personal a las 7.30hs. Allende informa por radio al país del levantamiento, que él suponía en ese momento que incluía sólo a la Armada y en Valparaíso, pero en los alrededores del palacio ya había tropas rebeldes.

Allende trató entonces de comunicarse con los jefes de las tres Fuerzas, pero no lo logró; eso le confirmó que todos estaban conjurados en el golpe. Una hora después las radios tomadas por los golpistas transmitieron el primer comunicado de las Fuerzas Armadas, expresando que estaban unidos en la misión de “luchar por la liberación de la patria del yugo marxista” y exigiendo la renuncia de Allende. Lo firmaron quienes integrarían la primera junta militar: los comandantes en jefe del Ejército, Augusto Pinochet, la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, y los autoproclamados jefe de la Armada, José Toribio Merino, y director general de Carabineros, César Mendoza. Tras su lectura, la guardia de Carabineros abandonó La Moneda.

Entonces empezaron a sentirse los primeros disparos. Poco después de las 9.00hs, la Central Unitaria de Trabajadores pidió la ocupación de puestos de trabajo, fábricas e industrias con miras a resistir a los militares y defender el gobierno de Salvador Allende. A las 9.20hs Allende habla por última vez a través de Radio Magallanes, y sus palabras emotivas se transformaron en una especie de despedida del pueblo chileno. Desde el momento del golpe, los militares comienzan a emitir comunicados advirtiendo a la ciudadanía que cualquier acto de sabotaje sería sancionado de la forma más drástica y en el mismo lugar de los hechos.

Poco más tarde los tanques comienzan a disparar contra La Moneda, desde donde los leales al presidente responden el fuego. Allende rechaza el ofrecimiento de un avión para partir hacia el exilio (Pinochet dice en una comunicación con sus subordinados “y ese avión se cae…”), y alrededor de las 11.00hs, a instancias del presidente, un grupo de mujeres -entre las que se encontraban sus hijas- abandona La Moneda.

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Bombardeo al Palacio de La Moneda en Santiago
Bombardeo al Palacio de La Moneda en Santiago

 

El comité político de la UP decide no resistir, los trabajadores deben abandonar sus centros de trabajo y regresar a sus hogares, pero hay enfrentamientos en la Universidad Técnica, en industrias y en algunas ciudades del país.

A las 11.50hs cuatro aviones Hawker Hunter comienzan a bombardear el palacio de La Moneda y lo hacen durante quince minutos. Dicho ataque a La Moneda constituye la acción militar emblemática del golpe y la más determinante para su éxito; las bombas destruyen el interior del edificio pero no su fachada, que sólo queda impactada por disparos de rifle y metralla. Los tanques alrededor del edificio completan el cerco sobre Allende.

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La última imágen del presidente Salvador Allende, con casco y una  metralleta AK-47, mientras el palacio de La Moneda era bombardeado.
La última imágen del presidente Salvador Allende, con casco y una metralleta AK-47, mientras el palacio de La Moneda era bombardeado.

 

El presidente resiste los ataques aéreos y terrestres dentro de La Moneda, junto con un grupo sus colaboradores más fieles, y finalmente los militares logran entrar en el edificio. La guardia de Carabineros, encargada de custodiarlo, ya se ha pasado a los golpistas. A las 13.30hs Allende insta a sus colaboradores a rendirse y luego de despedirlos ordena la salida de los mismos, que avanzan en una columna hacia la puerta de La Moneda, donde se entregan a los militares.

Según la investigación del juez Mario Carroza, que en 2012 confirmó el suicido del mandatario, Salvador Allende ingresa al salón Independencia, en el segundo piso, “se sienta en un sofá, coloca el fusil que portaba entre sus piernas y apoyándolo en su mentón, lo acciona, falleciendo en forma instantánea”. El mismo presidente, en su discurso radiofónico de despedida a través de Radio Magallanes, había expresado: “pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”. Esta versión de los hechos está avalada por el testigo presencial Patricio Guijón, médico colaborador de Allende, y es aceptada por la familia del presidente. El general Palacios encuentra su cadáver y el vicealmirante Patricio Carvajal informa a Pinochet lo sucedido en inglés, argumentando la posibilidad de que hubiera interferencias en la comunicación.

Las embajadas comienzan a llenarse de asilados, el estadio Nacional de Chile se convierte en el mayor campo de detención, cerca de 30.000 partidarios de la UP son hechos prisioneros, torturados y muchos asesinados. Se cuentan decenas de muertos y miles de heridos.

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 Soldados y bomberos portan el cuerpo del  presidente Salvador Allende, envuelto en un poncho boliviano, del  destruido palacio presidencial La Moneda.
Soldados y bomberos portan el cuerpo del presidente Salvador Allende, envuelto en un poncho boliviano, del destruido palacio presidencial La Moneda.

 

Allende fue enterrado en el cementerio de Viña del Mar; con la llegada de la democracia en 1990 fue trasladado al de Santiago. En 23 de mayo de 2011, a petición de la fiscalía, su cadáver fue exhumado para revisar las causas del fallecimiento, y un equipo internacional que examinó el cuerpo confirmó que Allende se había suicidado.

La desclasificación de documentos estadounidenses en 1999 y 2000 sobre el golpe de Estado en Chile confirmó participación de Washington en el derrocamiento de Allende. Los documentos de la CIA, el Pentágono, el Departamento de Estado y el FBI señalan que desde la elección de Allende en 1970, el entonces presidente Richard Nixon autorizó al director de la CIA, Richard Helms, a efectuar operaciones de inteligencia que buscaran socavar al gobierno chileno por temor a que el país se convirtiera al socialismo.

De hecho, la CIA realizó operaciones encubiertas en Chile desde 1963 a 1975, primero para impedir que Allende fuera electo -sobornando a políticos y legisladores-, luego para desestabilizar su gobierno y, tras el golpe, para apoyar la dictadura de Pinochet. Los documentos también revelaron que la CIA pagó 35.000 u$d a un grupo de militares chilenos implicados en el asesinato, en octubre de 1970, del general René Schneider, comandante en jefe del Ejército y leal a Allende.

La junta militar juró el mismo 11 de septiembre, asumiendo no sólo el poder Ejecutivo, sino también el Judicial y ordenando el receso del Congreso. Sus miembros, los mencionados Augusto Pinochet (Ejército), Gustavo Leigh (Fuerza Aérea), José Toribio Merino (Armada) y César Mendoza (Carabineros) justificaron su acción y afirmaron haber actuado por inspiración patriótica.

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