Este viejo adversario despide a un amigo…, Ricardo Balbín ante el féretro de Perón

Tenía un traje azul. El saco estaba mal abrochado, su corbata al tono y mantenía sus dos dedos pulgares en los bolsillos el pantalón. Casualmente, había nacido en ese mes que transcurría, sólo que 70 años atrás (1904). Ahora, había dejado de lado las rivalidades de la antigua lucha y el fogoso político con surcadas arrugas decía un 4 julio de 1974: “Este viejo adversario despide a un amigo”.

Hacía tres días que el General Juan Domingo Perón – quien fuera electo por el pueblo en comicios constitucionales en tres ocasiones – había dejado de respirar. Ricardo Balbín había dormido mal en casa de un amigo, en calle Córdoba, y un chofer junto a Antonio Tróccoli, luego ministro del Interior en el gobierno de Raúl Alfonsín, lo había pasado a buscar para ir al acto homenaje que le hacían a Perón en el Congreso de la Nación donde él iba a tener que hablar.

“Me olvidé el papel”, dijo repentinamente despertando de aquel apesadumbrado viaje donde recordaba cuando en los ’50 un fiscal había pedido para él 12 años de prisión por desacato. Había sido un preso político en la cárcel de Olmos hasta el indulto presidencial. Ya en el Salón Azul del Palacio Legislativo él que era un hábil orador improviso su discurso y dijo esa frase que marco un hito en la historia política argentina.

El 1° de julio de 1974, a las 10.25, un paro cardíaco se producía en el cuerpo del general. Lograron reanimarlo, pero un nuevo paro sucedió. Esta vez no tuvieron éxito y a las 13.15 el líder falleció. Una hora después María Estela Martínez de Perón (Isabel) -en ejercicio de la presidencia desde el sábado 29 de junio- anunció la noticia a todo el país.

Inmediatamente, se decretó un cese de actividades. Los diarios no pudieron anunciar el hecho hasta el día siguiente, pues no aparecieron por un conflicto que mantenían los trabajadores gráficos con las empresas periodísticas.

Los restos de Perón fueron instalados en la capilla de la quinta presidencial de Olivos. Vestía un uniforme militar y fue velado allí hasta las ocho del día siguiente. A esa hora fue trasladado a la Catedral Metropolitana. Una silenciosa caravana de automóviles, escoltada por patrulleros de la policía se dirigía por la Avenida del Libertador hacia el centro de Buenos Aires.

Llovía sin parar, y no parecía un día peronista, (como acostumbraban a proclamar sus exegetas) pues el sol radiante estaba ausente. Sin embargo, había miles de personas que acompañaban aquel cortejo y arrojaban flores sobre el vehículo que transportaba el féretro. Arribaron a las 9.40 y allí se rezó una misa de cuerpo presente. Luego, colocado en una cureña, el ataúd, flanqueado por granaderos, fue conducido al Palacio Legislativo, donde permaneció hasta las 9.30 del jueves cuatro.

El féretro reposaba en medio del Salón Azul, un recinto octogonal que evoca la unidad argentina, ante un crucifijo, cuatro escudos y 23 banderas nacionales. Estaba sobre una tarima cubierta con alfombras de terciopelo rojo. En ese mismo lugar, 22 años atrás, había sido velada Maria Eva Duarte ‘Evita’. .

Seguramente Balbín recordaba el pasado cuando manifestó “No sería leal si no dijera también que vengo en nombre de mis viejas luchas; que por haber sido claras, sinceras y evidentes, permitieron en estos últimos tiempos la comprensión final”, dijo ante los micrófonos. Y, de inmediato, recordó que precisamente en esos días de julio se había enterrado a otro gran presidente, el doctor Hipólito Yrigoyen, sólo que (fue en 1933) Y agrego que tras divergencias y discrepancias hoy el país entierra a otro gran Presidente.

balbin peron

 

 

 

 

 

 

 

 

Nota publicada originalmente en https://www.telam.com.ar/notas/201706/193919-senen-gonzalez-opinion-peron-balbin.html

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