El cadáver de Néstor Perlongher

Una semana antes de morir, el poeta y antropólogo Néstor Perlongher, quizá como si hubiera escrito una carta de despedida, compuso el poema Canción de una muerte en bicicleta. En él, en forma de mantra, repite entre estrofa y estrofa la frase “ahora que me estoy muriendo”, que a la distancia puede leerse como un presentimiento. Perlongher murió hace 28 años, el 26 de noviembre de 1992. Tenía tan sólo 42 años de edad. La causa fue una terrible infección sanguínea que se aprovechó de la otra infección letal que corría por sus venas: el sida.

Perlongher, desconocido para muchos, se convirtió durante su corta vida en miembro estelar de la contracultura literaria de su época y también en el “padre del movimiento gay argentino” a lo que él respondía “Me llaman el padre cuando todos saben que soy la tía”.

Se dice que su poema Hay cadáveres, fue escrito en un viaje en autobús de Buenos Aires a Sao Paulo en 1981. En él desentrañó en larga extensión, los peores años de la dictadura que padeció Argentina de 1976 a 1983, donde efectivamente hubo miles de cadáveres y miles más de desaparecidos que parecían brotar por todos lados.

Bajo las matas

En los pajonales

Sobre los puentes

En los canales

Hay Cadáveres

El poema inmortalizó a Perlongher, quién vivió siempre a contracorriente y que escribió de la misma forma. Nació en Buenos Aires, una Navidad de 1949, hijo de un padre taxista y de una madre costurera, que se disgustaba cada que veía a Néstor llegar a casa con un libro nuevo. Su madre hubiera preferido que Néstor fuera diferente o que al menos comprara “cosas más útiles”. En la escuela, las cosas eran similares, Néstor vivió en la exclusión recorriendo el patio de la escuela entre novelas y paginas de poesía, pues sus compañeros lo calificaron “de marica” por su interés en la literatura.

Como si la vida de Néstor se develará en luchas y partidas, una vez acabada la preparatoria estudió Letras por un breve tiempo, sólo para abandonar la carrera y encontrar en la Sociología, el eje central de su obra y de su pensamiento.

Como un acto punk, o como si su vida fuera un performance o un manifiesto, asistía a sus clases y a su trabajo vestido de manera extravagante, con el pelo largo y alborotado y con un abrigo blanco de piel falsa, que llamaba la atención de la gente en la calle y en la universidad. Eso cuentan quienes lo conocían. Néstor Perlongher, llevaba su sexualidad como una bandera. Orgulloso.

Por esos años se interesó en el trotskismo y se unió al Partido Obrero Argentino, de donde fue expulsado por sus posturas radicales, pero sobretodo por sus preferencias sexuales.

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Este rechazo lo motivó a unirse el Frente de Liberación Homosexual (FLH) fundado por el escritor Manuel Puig en 1971. Perlongher, fue conocido ahí por ser un gran orador, pero principalmente porque siempre que alguien discutía con él, Néstor tenía que resultar ganador.

Luego vino la fama de “loca” por su forma de exagerar los gestos y la voz. Perlongher vio en su mismo cuerpo el vehículo de una gran actuación para exponer sus ideas, exageró al borde de la teatralidad y pretendió reivindicar los insultos como una respuesta contra lo establecio, pero el FLH le dio la espalda. Muchos lo calificaron entonces de un anarquista queer.

Inspirado por el Che Guevara y por el Mayo francés del 68, intentó radicalizar al pensamiento de quienes ahí militaban, pidiendo enfrentar la lucha desde una posición anticapitalista. Entonces escribía periódicamente sobre las razias, la persecución que sufría su colectivo y sobre la dictadura, además hizo algunos textos con títulos provocadores como Jódase por puto, un ensayo basado en una frase que dijo la entonces primera dama Eva Perón a su amigo, el modista y actor argentino Paco Jamandreu, cuando este le llamó desde una comisaría pidiéndole ayuda. Esos fueron sus primeros textos y su primera experimentación con la poesía.

Iluminado por el neobarroco de los cubanos Lezama Lima y Severo Sarduy, fundó su propio movimiento literario y lo llamó “neobarroso”, “por que tenía el fango del estuario del Río de la Plata”. Él mismo lo definió como: “no decir nada como viene, sino complicarlo hasta la contorsión”. Así escribió su primer libro de poesía titulado Austria-Hungría, pero no tuvo reconocimiento literario de inmediato, ni logró mantenerse únicamente escribiendo. Vivió de hacer encuestas y de conocer los barrios de Argentina, los más pobres y desde esa periferia escribió, de la misma forma en que lo hizo el chileno Pedro Lemebel como activista, performancero y cronista.

En Argentina, Perlongher fue perseguido por su homosexualidad y encarcelado durante un tiempo en la prisión de Villa Devoto por portar marihuana.

Enterándose de que algunos de sus compañeros habían sido perseguidos y asesinados, huyó a Sao Paulo en 1981, tras sufrir una terrible golpiza. Instalado ahí dio clases de antropología en la Universidad de Campinas. Desde ese exilio, que él mismo llamó “sexual”, mantuvo la disidencia a través de textos sobre el cuerpo y la homosexualidad, pero también sobre política argentina que logró publicar en revistas y algunos periódicos, desde la lejanía donde no le podía pasar nada.

El texto más famoso que nació de este destierro fue El negocio del deseo, una tesis sobre la prostitución masculina en Brasil. Ese trabajo lo llevó a París, para hacer un doctorado con el afamado antropólogo francés Michel Maffesoli. Interesado cada vez más en las ideas de Félix Guattari, Gilles Deleuze y Michel Foucault, escribió el libro El fantasma del sida, cuya tesis central era que la entonces recién descubierta enfermedad, era un invento para reprimir el deseo. Tras la publicación se enteró que él mismo estaba infectado con la epidemia que al igual que la dictadura argentina comenzaba a cobrar de la nada muchas vidas.

En ese golpe bajo, en la bajez

de esa mofleta, en el disfraz

ambiguo de ese buitre, la zeta de

esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad

Hay Cadáveres

Como si la vida de Néstor se develará en luchas y partidas, Néstor Pherlongher regresó a Brasil y decidido a abandonar las fronteras de su cuerpo, comenzó a experimentar con la ayahuasca en los rituales de una iglesia conocida como el Santo Daime, intentado escapar de su realidad. Cada vez más enfermo y durante sus últimos días, construyó sus textos finales con un lenguaje nuevo que lo ha reivindicado en el mundo de la literatura y que puede ser leído, a 28 años de su muerte, en su poema Canción de una muerte en bicicleta, de su último libro El chorreo de las iluminaciones .

Ahora que me estoy muriendo

Ahora que me estoy muriendo

La sofocación alza del cielorraso relámpagos enanos

que se dispersan en la noche definitiva e impasible.

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