15 de octubre: el bastón blanco, ¿un invento argentino?

El bastón blanco se ha convertido en sinónimo de ceguera. Si bien en algún momento los perros entrenados como lazarillos parecían los asistentes más idóneos para los no videntes, el vínculo afectivo creado imponía una grave carga emocional cuando el animal moría. Una persona debía soportar esta pérdida cada 10 o 15 años, un drama que no siempre es fácil de superar y menos 4 o 5 veces en la vida.

Si bien los bastones eran utilizados desde tiempos inmemoriales como apoyo para deambular, su uso se generalizó en el siglo XVIII, no solo como una cuestión de sostén, sino como símbolo de elegancia (la moda, ¿cuándo no? Impera) y también utilizado para otros menesteres, como arma de defensa. Muchos bastones solían esconder una cachiporra o una daga.

Los no videntes tambien los usaban pero, como dijimos, su uso era tan generalizado, que no llamaban la atención.

¿Quién tuvo la idea de pintarlo de blanco para diferenciar a su usuario? Hay distintas versiones. Algunas la atribuyen a un fotógrafo inglés llamado James Biggs. Otros a un argentino, José Mario Fallótico, a quien se le ocurrió la idea cuando un no vidente trataba de cruzar una ajetreada esquina de Buenos Aires.

Fallótico, un político de raigambre radical y hombre de Hipólito Yrigoyen, compartió su idea con la Biblioteca Argentina para ciegos (su presidente entonces era Agustín Ferregufo), y difundió el uso del bastón blanco sin patentarlo. Fue el norteamericano George Benham quien cumplió el trámite administrativo y se llevó los laureles.

Según cuentan, el Club de Leones de Illinois quería garantizar el tránsito de los no videntes durante la celebración de la Convención Internacional de dicho club en Toronto, durante el año 1931. El abogado Donald Schuur promovió el uso de un bastón pintado de blanco, que había sido promovido un año antes por George Benham, por entonces presidente de esta asociación filantrópica. El mismo Club de Leones no solo difundió su uso, sino también procuró fondos para proveer a los discapacitados de dicho bastón. Desde entonces el Club de Leones siempre ha participado de distintas iniciativas para combatir la ceguera .

Fue después de la Segunda Guerra cuando el sargento Richard Hoover creó un programa de rehabilitación para ex combatientes que habían perdido su visión. En el Hospital Valley Forge Veterans se dictaron los primeros cursos. La idea era usar estos bastones para detectar objetos en su camino. El bastón debía ser plegable, liviano y proporcional a la altura del usuario.

Gracias al desarrollo tecnológico hoy existen bastones con alerta sonora para advertir de irregularidades en el terreno. Existe un bastón llamado We Walk dotado de ultrasonido con sensor en el mango, vibraciones de alerta, un led de seguridad y conectado vía bluetooth al celular. Este sistema no solo repara en lo que ocurre en el piso sino también a nivel superior para evitar golpes en la cabeza. El módulo de bluetooth también asiste a localizar al usuario y dictar los pasos que deberá dar para llegar a destino.

Existe también el bastón XploR que cuenta con reconocimiento facial de los rostros ubicados hasta diez metros de distancia por una cámara digital identificando al individuo (si es del círculo de personas que conoce el invidente).

Otros dispositivos cuentan con voice recognition. Basta un simple “hola” para saber con quién se está hablando.

Sin embargo, no es en el bastón donde está el futuro de la asistencia al no vidente, sino en los anteojos. Estos se conectarán a los chips subretinales para amplificar las imágenes. El sistema Lazzus asistirá a llegar a destino enunciando los detalles del camino en tiempo real. Le contará al usuario los negocios, los cruces e información de tránsito y transporte.

La tecnología viene en ayuda del necesitado, arrojando luz sobre las sombras.

 

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