La primera fundación de Buenos Aires

El 2 de febrero de 1536, Pedro de Mendoza fundó la ciudad del Espíritu Santo y Puerto de Santa María del Buen Aire. Como posteriormente le ocurriría a la ciudad fundada por Juan de Garay, el nombre del puerto pasó a denominar a la ciudad en su conjunto.

El nombre de Buenos Aires se debe a la devoción a la Virgen del Buen Aire sentida por los marineros y tripulantes que acompañaban a Pedro de Mendoza. Recordemos que esta es la época de la navegación a vela, que la posibilidad de que una embarcación alcanzase otras costas dependía del régimen de vientos y la Virgen del Buen Aire es la advocación mariana relacionada con los buenos vientos, de allí la devoción marinera que cosechó.

Dice Enrique de Gandía respecto de la fecha de la fundación de la Buenos Aires de Mendoza: “(…) se ha discutido si fue el 2 o el 3 de febrero. Los partidarios del 2 se fundaban en el hecho de que ese día fue el de la Virgen de la Candelaria y el puerto se llamó Nuestra Señora del Buen Aire. Los partidarios del 3 sostenemos que si hubiera sido el 2 el puerto se habría llamado de La Candelaria, como hizo Ayolas en 1537, en el Alto Paraná. El 3 resulta de varios documentos y del hecho de que corresponde a San Blas, considerado el patrono de la conquista por los españoles de aquellos momentos”.

La fundación de Buenos Aires se inscribe dentro del más amplio panorama de la segunda expansión de la sociedad feudo-burguesa. “En rigor -sostiene José Luis Romero- la expansión oceánica del siglo XV no es sino una segunda ola que repite, con más amplio radio, otra que había comenzado casi cuatro siglos antes. Pero esta de fines del siglo XI, que dura hasta principios del XIV, está en la génesis del proceso de cambio y por eso revela inequívocamente la peculiaridad del proceso expansivo. (…) Es un período de intensos cambios económicos y sociales. La burguesía hace sucesivos experimentos: explora mercados, elige los productos de cada sector de intercambio, monta diversos tipos de organización mercantil y financiera; y alternando los éxitos con los fracasos termina por lograr un orden económico más o menos estabilizado”. Estaríamos de acuerdo con el enfoque general de Romero, siempre que por burguesía entendamos la burguesía feudal y no la capitalista.

Más específicamente, la fundación de Buenos Aires a orillas del Río de la Plata se debe a la necesidad de la corona de España de impedir que los portugueses se afianzasen en la región controlando el por entonces llamado Río de Solís, en honor de quien lo descubriera en 1516.

En 1535, el monarca Carlos V suscribió una capitulación con Pedro de Mendoza en la que establecía que este debía “…conquistar y poblar las tierras y provincias que hay en el río de Solís, que llaman de la Plata, donde estuvo Sebastián Caboto, y por allí calar é pasar la tierra hasta llegar a la mar del Sur, haciéndole merced del título de Adelantado de las dichas tierras que poblase, con autorización para levantar… hasta tres fortalezas de piedra, en las partes y lugares que más convengan” [grafía original].

Consecuentemente, las tierras conferidas a Pedro de Mendoza se extendían desde el océano Atlántico al Pacífico (Mar del Sur) y la fundación de una fortaleza (ciudad) a orillas del Río de la Plata obedecía a la necesidad de contar con una población estratégica que respondiese a la condición de “puerta de entrada” en la búsqueda de la Sierra de la Plata y del fabulosamente rico Imperio del Rey Blanco. Al mismo tiempo, la capitulación (contrato entre la Corona y un particular) revela el desconocimiento de la zona, al establecer la fundación de tres fortalezas de piedras, en una región que carecía de ellas.

La Buenos Aires de Mendoza fue un pobre asentamiento, si consideramos que fue construida fundamentalmente con tierra y barro. Ulrico Schmidl, soldado bávaro que formó parte de la expedición de Pedro de Mendoza y primer cronista del Río de la Plata, dice en su “Relación de Viaje”: “Allí levantamos una ciudad que se llamó Buenos Aires, esto quiere decir buen viento (…) ciudad con una casa fuerte para nuestro capitán don Pedro de Mendoza, y un muro de tierra en torno a la ciudad, de una altura como la que puede alcanzar un hombre con una espada en la mano. Este muro era de tres pies (unos 85 centímetros) de ancho, y lo que hoy se levantaba, mañana se venía de nuevo al suelo”.

¿Dónde fue fundada Buenos Aires? Dice Ruy Díaz de Guzmán, partícipe de la conquista del Plata: “Dejando los navíos de más porte en aquel puerto (isla de San Gabriel) con la guarda necesaria, se fue con los restantes al de Buenos Aires, metiendo los más pequeños en el riachuelo, del cual media legua arriba fundó una población que puso por nombre la ciudad de Santa María, el año de mil quinientos treinta y seis”.

Pero ¿cómo calcular la expresión “media legua arriba”? Paul Groussac, sin tener en cuenta los cambios que se habían registrado en la costa del Plata entre los siglos XVI y XIX, la pensó introduciéndose en la boca del Riachuelo y señaló como lugar de la fundación la Vuelta de Rocha en La Boca. Por el contrario, quienes sostenían que la expresión “media legua arriba” implicaba seguir la costa del Plata hacia el norte, señalaron como lugar el Alto de San Pedro, aproximadamente en las actuales Humberto I y Defensa.

Para 1936, en ocasión del IV Centenario, se señaló como lugar posible el Parque Lezama, pero las excavaciones arqueológicas que allí se realizaron hacia 1990 no encontraron ningún vestigio material del asentamiento que se prolongó de 1536 a 1541, con lo cual se descartó la posibilidad de que el Parque Lezama fuese el sitio de la Buenos Aires de Mendoza.

Obviamente, los territorios a los cuales arribaron los conquistadores no estaban desiertos, sino habitados por diversas culturas aborígenes. En la zona de la primera Buenos Aires se encontraban los querandíes. Cuenta el cronista Schmidl: “Allí, sobre esa tierra, hemos encontrado unos indios que se llaman Querandís, unos tres mil hombres con sus mujeres e hijos; y nos trajeron pescados y carne para que comiéramos. También estas mujeres llevan un pequeño paño de algodón cubriendo sus vergüenzas. Estos Querandís no tienen paradero propio en el país, sino que vagan por la comarca, al igual que los gitanos en nuestro país (Alemania)”.

Si bien al comienzo las relaciones entre los españoles y los querandíes fueron pacíficas y amistosas, rápidamente viraron hacia los encuentros armados y el sitio de Buenos Aires. Ello se debió probablemente a que las exigencias de los españoles, sobre todo en cuanto a alimentos, no pudieron ser satisfechas por los querandíes y esta contradicción devino en enfrentamientos.

Debemos tener en cuenta que uno de los problemas de la expedición de Pedro de Mendoza consistió en su mal avituallamiento, seguramente por la prisa en partir de los puertos españoles, para no dar ventajas a los portugueses. Ante esta realidad, necesitaban de los alimentos suministrados por los indígenas, pero la economía cazadora recolectora de estos no producía regularmente un excedente y no estaban en condiciones de satisfacer los requerimientos de los europeos.

Frente a la expedición punitiva de los conquistadores, los querandíes pusieron sitio a Buenos Aires y la ciudad se enfrentó a la realidad del hambre. “(…) la gente no tenía que comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al extremo que los caballos no podían utilizarse. Fue tal la pena y el desastre del hambre, que no bastaron ni ratas ni ratones, víboras ni otras sabandijas; hasta los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido. Sucedió que tres españoles robaron un caballo y se lo comieron a escondidas; y así que esto se supo, se les prendió y se les dio tormento para que confesaran. Entonces se pronunció la sentencia de que se ajusticiara a los tres españoles y se los colgara en una horca. Así se cumplió y se les ahorcó. Ni bien se los había ajusticiado, y se hizo la noche, y cada uno se fue a su casa, algunos otros españoles, cortaron los muslos y otros pedazos del cuerpo de los ahorcados, se los llevaron a sus casas y allí se los comieron”, recuerda Schmidl en sus memorias. Los españoles habían llegado a la antropofagia.

Además, Pedro de Mendoza padecía de sífilis, lo cual agravaba aun más su situación. Después de que Ayolas fundó Corpus Christi, remontando el Paraná, y el propio Mendoza, poco después, fundó Buena Esperanza, completando así las tres fortalezas que se debían fundar, y mientras el mismo Ayolas, Salazar e Irala emprendían Paraná arriba la búsqueda de la Sierra de la Plata, Mendoza, entristecido y agotado por su enfermedad, emprendió el regreso a España. Pero no llegó. Falleció en alta mar.

La ciudad fundada por Pedro de Mendoza perduraría hasta 1541, cuando los españoles, bajo la jefatura de Irala, se concentraron en Asunción en busca de la ansiada Sierra de la Plata.

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