Vietnam después de la guerra

Se trataba de funcionarios, maestros, antiguos oficiales, novias de soldados estadounidenses, estudiantes, etc. Todos recibieron la orden de asistir a un seminario obligatorio de un mes de duración (según decían los funcionarios del nuevo gobierno) en campos especiales “de reeducación”. En realidad, el asunto no era tan así; ni sería sólo un mes ni se trataba de reeducar. El objetivo era convertirlos en devotos marxistas de la manera que fuera, y muchos serían confinados, aislados y alejados de la nueva sociedad comunista hasta que eso ocurriera.

Los campos estaban gestionados con un fervor casi religioso dedicado a transformar los “casos difíciles” en ciudadanos del nuevo modelo comunista, aunque para ello tuvieran que quebrar la voluntad de las personas por medios extremos como el trabajo extenuante, el agotamiento, la tortura y el hambre. Se usaban esposas y grilletes, y muchas personas que se resistían a esas pautas permanecieron en los campos durante muchos años en esas condiciones.

Casi un millón de personas pasaron por estos campos, en los que se estima que alrededor de cincuenta mil fueron ejecutadas y otras cien mil murieron debido al agotamiento, la enfermedad o el abandono. Una amnistía general en 1992 clausuró los campos de reeducación, y miles de prisioneros que habían pemanecido allí casi desde el final de la guerra fueron finalmente liberados.

Muchísimas otras personas, antes de verse sometidas a los nuevos e implacables gobernantes, intentaron huir del país. Algunos usaron todo el dinero en efectivo que tenían para sobornar a funcionarios y cruzar las fronteras mientras que otros buscaban comprar cualquier embarcación que estuviera disponible, muchas de las cuales apenas estaban en condiciones de navegar. Al éxodo político de postguerra se agregó otro en 1979, ya que ese año estalló una guerra fronteriza entre Vietnam y China, y el gobierno empezó una persecución de los vietnamitas de ascendencia china acusándolos de traición.

Alrededor de un millón de personas huyeron de Vietnam en pocos años y al menos la cuarta parte de ellos murieron en el mar, a la deriva bajo el sol en botes precarios que hacían agua y se iban a pique lentamente mientras se quedaban sin agua y comida.

Para colmo, los países vecinos no los querían. Al acercarse a la costa eran perseguidos por los guardacostas, que los hacían regresar a mar abierto, y voluntarios armados los atacaban cuando lograban llegar a tierra.

La mayor parte de los que huían en barcos o botes se dirigieron a Malasia, Hong Kong, Indonesia y Filipinas, países donde esperaban en campos de refugiados que otros países más ricos los aceptaran. Muchos fueron trasladados a EEUU; Francia y Australia también aceptaron muchos refugiados.

A fines de la década de los ’80 hubo otra oleada de gente que huía de Vietnam arriesgándose en embarcaciones. Para entonces, por desgracia para ellos, el mundo clasificaba a los refugiados que huían por mar como refugiados económicos y no políticos, con lo cual los países estaban mucho peor predispuestos a aceptarlos.

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