Shere Hite, la sexóloga que se atrevió a preguntar sobre el orgasmo hace más de 40 años

“A las mujeres no se les ha preguntado nunca qué piensan y sienten acerca del sexo”.

Con estas palabras comienza Shere Hite su Estudio de la sexualidad femenina, conocido más popularmente como El informe Hite en honor a su decidida impulsora. En 1976 parecía que factores como la revolución sexual, el movimiento feminista y la popularización de la píldora anticonceptiva habían cambiado para siempre el panorama de las relaciones entre géneros y que las mujeres en Estados Unidos habían alcanzado una libertad sexual absoluta. Pero la publicación de una obra que consistía en algo tan en apariencia sencillo como preguntarles a las mujeres mismas “qué sienten, qué es lo que les gusta, y qué opinan del sexo” demostró que esta creencia estaba muy lejos de la realidad. El informe Hite resultó tan revolucionario que sus ecos resuenan con fuerza cuatro décadas después de su aparición.

La historia de su autora, que ha fallecido a los 77 años, también es una historia de liberación y de descubrimiento. Tuvo una infancia complicada en la que fue criada por una abuela abusiva hasta que sus tíos se hicieron cargo de ella. Shere Hite, cuyo verdadero nombre es Shirley Gregory, consiguió establecerse más tarde en Nueva York para estudiar Historia en la Universidad de Columbia. Dueña de una incontestable belleza, posó desnuda para revistas como Playboy o Oui y trabajó como modelo para sufragarse los estudios. Fue uno de esos encargos el que, según ella misma ha contado, marcaría el inicio de su trayectoria como activista del feminismo. En un anuncio para las máquinas de escribir Olivetti, aparecía Hite en el papel de secretaria sexy junto al siguiente lema: “Una máquina de escribir tan inteligente que ella no tiene que serlo” (“The typewriter that’s so smart she doesn’t have to be”) . “Imagíneme, yo allí sola rodeada de hombres. Uno se acercaba a retirarme el pelo para parecer más sexy, el otro me bajaba la blusa hasta dejarme con el pecho al aire, un tercero me cogía un muslo y lo ponía sobre la mesa. Había llegado al máximo de lo que nadie puede soportar”, declararía más tarde sobre la experiencia.

Ya metida en los círculos feministas de la Nueva York de los setenta, Hite fijó el objeto de su estudio en el orgasmo femenino. Ante la muy extendida idea de que la sexualidad femenina es algo insondable y misterioso, ella arguyó que habían sido siempre los hombres los que habían hablado sobre ella y esto siempre se había producido en un contexto de dominación y control masculino. Como habían hecho décadas atrás Kinsey y sus colaboradores, optó por el método de que fuesen los propios sujetos, mujeres en su caso, los que se explicasen.

A lo largo de cuatro años repartió cuestionarios entre mujeres de distintas partes de Estados Unidos a través de organizaciones femeninas o poniendo anuncios en revistas para llegar al mayor número de interesadas en participar en el estudio. Los cuestionarios consistían en preguntas muy concretas sobre el orgasmo, la masturbación o las relaciones afectivas, y fueron contestados de forma anónima por más de 3000 mujeres de las más diversas edades, ocupaciones y condiciones, desde una ex monja a una criptoanalista; casadas, solteras, lesbianas y célibes. Hite organizó y estructuró la información resultante en el libro, consciente de su importancia, con la intención de que fuese accesible al mayor número de lectores.

Vaya si lo consiguió. El informe Hite se convirtió en un éxito automático que todo el mundo leía y comentaba, y convirtió a su autora en la feminista más famosa de América. Hoy se estima que el libro ha vendido 50 millones de copias. Además de ser traducido y editado en varios idiomas, se prohibió en nueve países (en España no se publicó hasta los años ochenta) , rasgo de su éxito tan significativo como el número de países en los que sí se publicó.

La conclusión más famosa, polémica y publicitada del libro es que el setenta por ciento de las mujeres encuestadas no tenían orgasmos durante el coito. Pero una grandísima parte de esas mujeres no tenía ninguna dificultad para experimentar orgasmos por sí mismas mediante la masturbación.

¿Por qué resultaba tan revolucionaria esta idea?

En los setenta aún imperaban las ideas de Freud sobre el orgasmo femenino según las cuales las mujeres que lo experimentaban mediante la estimulación del clítoris eran inmaduras y ese orgasmo resultaba de menor nivel que el vaginal. Esto implicaba que el coito “tradicional” era la única forma válida de relación sexual, la más madura, la más adulta, y conllevaba que miles de mujeres viviesen su incapacidad para sentir orgasmos durante el coito como un fracaso. Pero el estudio de Hite desmontaba la idea de que a las mujeres les resultaba difícil conseguir un orgasmo; de hecho decía que la mayoría eran perfectamente capaces de lograrlo por sí mismas, que para ello no necesitaban la penetración vaginal, y que tampoco tardaban más tiempo (cuatro minutos de media) en lograrlo que los hombres.

Dos ideas que hoy son comúnmente aceptadas, la importancia del clítoris para el placer femenino y la idea de que el sexo es algo cultural y creado, no biológicamente dado, fueron la contribución de la obra al debate sobre el sexo. Hite interpelaba de forma directa a sus lectoras diciéndoles que no eran frígidas, que tenían derecho al orgasmo y las animaba a procurárselo por sí mismas, sin esperar a que un príncipe azul adecuado les descubriese los misterios del éxtasis sexual.

Las críticas arreciaron con la misma fuerza con la que se vendían ejemplares del libro. Lo llamaron The Hate Report (El informe del odio, en un juego de palabras que se asemejaba al nombre original) , y acusaron a su autora de odiar a los hombres. Las críticas no vinieron sólo por parte de la América más puritana que consideraba que hablar de sexo en general, y que lo hiciesen las mujeres en particular, resultaba pernicioso, sino también por sectores científicos como psicólogos y sexólogos. Acusaron al libro de manejar las estadísticas de forma ruda y poco científica, como les había ocurrido a los trabajos de Kinsey (tal como se mostró en la película homónima) o de Masters y Johnson (tratado en la serie Masters of sex) . Precisamente Virginia Johnson defendió que el trabajo de Hite estaba lleno de consideraciones culturales, de opiniones, pero no de respuestas físicas medibles, que era donde ella sí había investigado.

El núcleo más tópico del género masculino no se quedó atrás: en abril del 1977 la revista Hustler de Larry Flynt publicó unas fotos de Hite desnuda, sacadas durante su época de modelo de finales de los 60, bajo el titular de “El informe Hite, expuesto”. Por parte del feminismo, aunque también contó con defensoras, recibió acusaciones de estar aprovechando el movimiento para enriquecerse con los sustanciosos adelantos de sus obras posteriores.

Hubo otras respuestas que no vinieron de críticos concretos, sino de cambios culturales que afectaban a la mentalidad de la época. Hite considera que la aparición en medios generalistas y estudios especializados del “punto G”, en el interior de la vagina, en los años posteriores a su informe, fue la respuesta del patriarcado a la revalorización del clítoris que produjo su estudio. Hite vio en ese énfasis en el punto G la forma de volver añadir valor a la penetración vaginal en las relaciones sexuales que se mantienen no con afán reproductivo, sino de placer, y de añadir de paso nuevas frustraciones y ansiedades a las mujeres que no se lo encontraban o no eran capaces de estimularlo adecuadamente. La América de los ochenta tampoco era la de los convulsos setenta. La época de Reagan, que supuso un retroceso para los avances críticos y los movimientos contestatarios de las décadas anteriores, y el nuevo conservadurismo impuso un regreso hacia la idea de la familia, el sexo y las relaciones que el machismo había impuesto durante milenios.

Tras publicar más libros de polémicas conclusiones (Informe sobre la sexualidad masculina le valió virulentas críticas por parte de la revista Time) , sintiéndose acosada, denunciando que su trabajo había sido frivolizado y atacado por la prensa y temiendo por su seguridad –las amenazas físicas y boicots habían sido constantes–, Hite se trasladó a Europa en 1995, y falleció en el Reino Unido en el año 2020.

Pocos estudios científicos han alcanzado la popularidad y el predicamento de la obra de Hite. El motivo es que no sólo incluye estadísticas, cuadros de valores y resultados cuantificables, sino que está plagado de los testimonios de las mujeres que ayudaron a componerlo. Incluso abstrayéndose de sus tesis, puede ser leído como un catálogo de comportamientos sexuales e historias de relaciones en el que mujeres de todo tipo describen sus experiencias con una sinceridad y unos detalles que rara vez se encuentran en una obra escrita y ni siquiera en una conversación real. Era la primera vez que ocurría, y en pocas ocasiones ha vuelto a ocurrir con esa fuerza.

En un mundo en el que, ni entre mujeres, no se habla lo suficiente de sexo ni de placer con sinceridad total, la lectura de El Informe Hite resulta extrañamente refrescante cuarenta y cuatro años después. Las voces de las 3000 voluntarias con cuyas respuestas se construyó relatan un fresco de la vivencia del sexo por parte de las mujeres mucho más rica, variada y compleja de lo que la cultura, la ciencia y la sociedad no han dicho siempre. No sólo hay descripciones detalladas de prácticas, sino también de cómo se sienten ante ellas narradas de forma abierta no exenta de humor. Hablan de sentimientos, de sus ideas sobre qué supuso la revolución sexual, sobre las relaciones con hombres o con otras mujeres, de la importancia de la independencia económica, de trabajo, de qué les excita, de qué les desagrada, de qué es lo que desean. El Informe Hite nació con vocación de ser un libro revolucionario, una de esas obras capaces de cambiar la sociedad. Y pocas cosas son tan revolucionarias como la verdad.

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