Un criado, siguiendo la rutina impuesta por el escritor Stefan Zweig, llamó suavemente a la puerta de su habitación. Eran las 8 en punto de esa mañana, lunes, y nadie respondió. Al mediodía insistió. Preocupado, le comentó a la muchacha encargada de la cocina sus presentimientos, pero ésta lo tranquilizó, debió escribir hasta muy tarde .