Ofelia, el amor después de la muerte

Ofelia es la enamorada de Hamlet muerta en un arroyo, tal cual lo describe Shakespeare en el cuarto acto de la obra. El pintor John Millais quiso representarla y, para hacerlo, se inspiró en la mujer de su amigo, el artista Dante Gabriel Rossetti, uno de los fundadores de la Hermandad de los Prerrafaelistas. Este grupo, entre otras cosas, proponía imitar la naturaleza de forma semejante a los pintores renacentistas. Esta mujer se llamaba Elizabeth Siddal (Lizzie) y su natural belleza la había convertido en una de las modelos preferidas de la Hermandad. Fue Walter Deverell quien la introdujo al grupo después de conocerla en una sombrería de Leicester Square (Londres), donde ella trabajaba. Deverell la retrató en su obra Twelfth night [Doceava noche].

Elizabeth no tenía formación artística, pero pronto aprendió a pintar bajo la atenta supervisión de Dante Gabriel Rossetti quien, con el tiempo, también sería su esposo. Lizzie fue la modelo de su Beata Beatrix, obra que representa a la musa del Dante, ídolo de Rossetti.

En 1852, luego de posar durante horas flotando en el agua para completar la que sería la obra más conocida de Millais, su salud se deterioró notoriamente. Desde entonces, Elizabeth se dedicó solo a escribir poemas, de los que se conservan apenas una docena.

Los lentos días hacen años,

las lentas horas hacen días,

desde que espero a mi primer amor…

Elizabeth mantenía una difícil convivencia con Rossetti por los celos que la atormentaban debido a las innumerables aventuras sentimentales que el poeta vivía con varias amantes, entre ellas, Annie Miller (esposa del pintor William Hunt) y Jane Burden, quien más tarde se casaría con William Morris. A pesar de estas infidelidades, en 1860, Rossetti y Siddall contrajeron matrimonio, aunque la mala salud de Elizabeth presagiaba un pronto final.

En 1861, nació muerta la hija de la pareja. Elizabeth cayó en una profunda depresión y se hizo adicta al opio. Eso no evitó que Rossetti continuara frecuentando a sus amantes. Justamente, al regresar a su hogar después de haber pasado la noche con Fanny Cornforth, el pintor encontró muerta a su esposa por una sobredosis de láudano. Lizzie tenía tan solo 32 años cuando puso fin a sus días. Fue enterrada en el cementerio de Highgate. Antes de cerrar el ataúd, Rossetti, desecho en lágrimas, depositó entre sus manos un libro con los versos de amor que le había dedicado.

Belleza como la de ella es genio,

sublime su gloria de misterio.

Pasado un tiempo, Rossetti quiso publicar los versos que descansaban en el ataúd de su esposa. Como no tenía copia de su obra, decidió recuperar el manuscrito. A tal fin, contrató a unos caballeros que se especializaban en robar cadáveres para venderlos a las facultades de Medicina. Se hacían llamar “los resucitadores”. Ellos se ocuparon de rescatar los poemas del ataúd de su Elizabeth, mientras el pintor se quedaba en su casa, carcomido por el remordimiento.

Horas más tarde, volvieron con el manuscrito que Rossetti había depositado entre las manos muertas de Lizzie. Uno de esos versos la describía posando, como tantas veces lo había hecho:

Tan hermosa como la lluvia que alegra

Jamás te muestras cansada de modelar

Eres como esa luz que siempre brilla

en el mejor de mis sueños que has sabido llenar

Al recibir el libro, Rossetti se atrevió a preguntarles a aquellos hombres a los que había encomendado la terrible tarea:

—¿Cómo está ella?

—Hermosa como siempre —le contestaron.

Nadie sabrá a ciencia cierta si esta respuesta fue verdad o una mentira piadosa para calmar la ansiedad del pintor poeta. Otros testigos sostienen que, a pesar de los 8 años transcurridos, el cadáver de Elizabeth estaba incólume.

Cuatro años más tarde, Rossetti intentó suicidarse. Salvado de este intento, se convirtió en una sombra de lo que alguna vez había sido. Murió en 1882.

 

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