Morir 25 años después

Uno de los últimos dinosaurios de las Fuerzas Armadas argentinas, el general Juan Carlos Onganía, murió el 8 de junio de 1995 en Buenos Aires a los 81 años a consecuencia de un paro cardiaco. A la hora de su muerte se cumplían exactamente 25 años desde que fuera reemplazado por los propios militares del Gobierno de facto que Onganía ocupó como dictador entre el 28 de junio de 1966 -tras el golpe de Estado que derrocó al Gobierno del presidente Arturo Illia- hasta el 8 de junio de 1970. La llamada revolución argentina instaló en el poder a Onganía con el apoyo unánime de las Fuerzas Armadas, de la Iglesia, de la prensa, de los sindicatos -controlados por el peronismo, que estaba proscrito entonces como partido político y de los grupos económicos más poderosos del país. Onganía llegó para reprimir la incipiente rebelión política que desembocaría años más tarde en los grupos guerrilleros y para imponer una supuesta “moral cristiana”. Ese periodo trágico de la historia se recuerda por la rara mezcla de liberalismo económico para las empresas y de autoritarismo con el resto de la sociedad. Onganía fue el responsable de la llamada “noche de los bastones largos”, cuando la policía entró a caballo en las universidades, golpeó y detuvo a cientos de estudiantes y profesores. La intervención posterior impulsó el primer exilio masivo de intelectuales, científicos y artistas, muchos de los cuales ya no regresaron al país, como César Milstein, distinguido años más tarde con el Premio Nobel por sus investigaciones.La supuesta fortaleza de Onganía, que planeaba quedarse más de 20 años en el poder, se consumió rápidamente apagando los incendios económicos y políticos que se reproducían en todo el país. Un estallido social en la provincia de Córdoba, donde se reunieron por primera vez las movilizaciones conjuntas de obreros y estudiantes, acabó con él. El cordobazo, reprimido por el Ejército tras dos días de lucha en las calles, derivó en el reemplazo de Onganía y en una transición política que inició el general Roberto Levingston y, casi de inmediato, continué el general Alejandro Lanusse, obligado a negociar el retorno a la democracia con el general y ex presidente constitucional Juan Perón, que estaba exiliado en España.

Un grupo minoritario de la derecha civil que antes golpeaba en los cuarteles reclamando la intervención militar propuso a Onganía como candidato a presidente en las elecciones generales del pasado 14 de mayo. El general aceptó, pero renunció enseguida, una semana antes de los comicios, porque su minúsculo partido se había dividido en dos. A los pocos días ingresó en un sanatorio afectado de una crisis cardiovascular y allí murió.

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