Monseñor de Andrea: obispo de la libertad

Monseñor Miguel de Andrea nació en Navarro, provincia de Buenos Aires, el 5 de julio de 1877. Sus padres eran católicos, inmigrantes italianos. Es el segundo de siete hijos. A los 11 años definió su vocación sacerdotal e ingresó al Seminario de Buenos Aires, ordenándose como subdiácono en 1898.

Al estudiar las vidas del Deán Funes, Alberti, Cayetano Rodríguez, Castro Barros, Justo Santa María de Oro y Esquiú admira el cristianismo de carácter social y democrático que, asimismo, predica y practica el Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Federico Aneiros.

En 1900, a los 22 años, su pueblo natal se viste de fiesta. El presbítero de Andrea pronunció su primer sermón en la parroquia San Lorenzo. Así quedaría definida la línea de su sacerdocio, regida por el amor a la Iglesia, al prójimo y la patria.

Avizoró como vía de solución de los problemas sociales, en 1910, la unión del cristianismo con la democracia. Su prédica se mantuvo por sobre todo interés sectario, al tiempo que la jerarquía de su pensamiento y su acción lo consagraron como factor de unión del pueblo argentino. Era muy devoto de Santa Teresita del Niño Jesús y de San Miguel Arcángel (el de la esperanza).

El Padre Federico Grote, sacerdote alemán que llegaría a la Argentina en 1884, fundó los Círculos de Obreros y fue Monseñor de Andrea quien lo sucedió. En 1906 fue designado Subdirector del Círculo de Obreros. En 1908, fundó la Federación de la Congregación de las Hijas de María. Organizó un desfile que partió del templo de la Iglesia de la Merced en Buenos Aires, para contrarrestar la manifestación anarquista del 8 de mayo de 1910.

El 2 de junio de ese año Monseñor de Andrea impartió su Oración Patriótica en la Catedral Metropolitana. En 1912 fue designado Cura Rector de la Parroquia de San Miguel Arcángel y director del Círculo de Obreros. Un año más tarde fue designado Rector de la Universidad Católica y luego, en 1920, fue nombrado Obispo de Tenmos.

SU OBRA

Monseñor de Andrea fue presentado como el candidato preferido para el Arzobispado en una terna elevada por el Presidente de La Nación, Marcelo Torcuato de Alvear. El Papa dudó en su nombramiento. Esto creó una situación difícil entre nuestro país y el Vaticano.

Entonces, Monseñor de Andrea renunció formalmente al Arzobispado el 8 de noviembre de 1923. No obstante, fue designado Ministro Plenipotenciario del Gobierno Argentino ante el Vaticano.

Son dignas de estudio las conferencias y alocuciones de Monseñor Miguel de Andrea entre 1950 y 1955.En ellas, ofrece al pueblo argentino, con claridad y valentía, una admirable contraposición entre la verdad social que conduce y la mentira demagógica que seduce.

En esa época, se presentan acontecimientos nada buenos para el pueblo argentino y él lo sufre en persona, pero no dice ni una palabra de queja o de reproche. Y continúa su prédica, como si no hubiese sido interrumpida, sobre paz social, amor, reconstrucción y organización nacional.

En 1957 cumplió 80 años. Recibió muchas congratulaciones y elogios a su persona y a su obra. Él respondió que las congratulaciones, agasajos y obsequios fueron desproporcionados. Y el primer inconveniente de su número excesivo es la imposibilidad de agradecerlos individualmente.

Dedicó su vida a los derechos de la mujer, el obrero y los jóvenes. Hoy en todo el país numerosas plazas, calles, escuelas e instituciones llevan su nombre. Además, existe una amplia biografía sobre su accionar y las relaciones internacionales que tuvo con autoridades de diversos ámbitos, sociales, políticos y religiosos. Siempre repetía: “Cuando no se vive como se piensa se termina de pensar como se vive”.

Monseñor Miguel de Andrea falleció el 23 de junio de 1960 a los 83 años. La Municipalidad de la ciudad de Salta nombró a una plazoleta en su honor. En Buenos Aires lleva su nombre la Escuela de Comercio N° 34 y un instituto en Colón.

Gran conductor

Ambrosio Romero Carranza -académico argentino- escribió sobre Monseñor de Andrea: “Ochenta años de una existencia realmente cristiana y argentina, que nunca se ha apartado del camino de la verdad, la justicia y la democracia. Una prédica que señaló y sigue señalando cuál es la verdad religiosa y social. Una vida plena de amor a Dios, al prójimo y a la patria; un pensamiento profundo y orientador en medio del caos ideológico y las convulsiones políticas que agitan nuestro siglo. Una obra fructífera y constante realizada en bien del pueblo trabajador y en pro de la pacificación social. Una luz que brilla marcando los escollos y el rumbo a seguir: rumbo de la justicia y la libertad”.

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