La batalla del Río de la Plata

Cuando el conde almirante Maximilian von Spee, comandante de la Escuadra del Pacífico de la Flota Imperial del Káiser, levó anclas en agosto de 1914 con dirección a la costa oste de Chile, jamás imaginó que su vida y su apellido estarían ligados por siempre al extremo más austral del continente americano. Von Spee y casi la totalidad de su escuadra yacen hoy en el helado Mar Argentino que circunda nuestras Islas Malvinas, ya que allí encontró la muerte el 8 de diciembre de 1914 en la primera gran batalla naval de la gran guerra. El crucero Scharnhorst, buque insignia del comandante Graf Spee fue hallado hace poco tiempo por el mismo buque que encontró al malogrado ARA San Juan.

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Maximilian von Spee.
Maximilian von Spee.

 

Ya en los años treinta, con lo nazis en el poder, Alemania intentó recuperar algo de la pasada gloria de la vieja Armada Imperial. En 1934, una serie de pequeños acorazados (en realidad eran cruceros pesados con cañones de 280 mm.) fueron botados por la remozada Kriegsmarine. Uno de estos modernos barcos de guerra recibió el nombre del viejo héroe, Admiral Graf Spee, y cuando se lo botó, el 30 de junio del mencionado año, la hija del oficial imperial estuvo presente. Claro que ese día nadie imaginó que años más tarde, el barco que llevaba el nombre del conde Spee encontraría su tumba en el mismo lejano rincón sudamericano. Vaya coincidencia del destino.

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Graf Spee (1938).
Graf Spee (1938).

 

 

Apenas diez días antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el 21 de agosto de 1939, el Admiral Graf Spee zarpó de Wilhelmshaven con rumbo al Atlántico Sur. La guerra era inevitable y Hitler había ordenado que sus corsarios de superficie estuvieran listos para atacar las rutas comerciales británicas. El capitán Langsdorff, comandante del Spee, fue muy exitoso en la tarea que se le encomendó. Logró sembrar el terror en las rutas de del Atlántico Sur y también en el Índico, capturando y hundiendo nueve barcos mercantes enemigos.

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Hans Langsdorff.
Hans Langsdorff.

 

A todo esto, era claro que los británicos debían responder de alguna manera. Conformaron una fuerza de tareas dedicada a dar caza al molesto corsario y la enviaron al Atlántico sur. El 2 de diciembre de 1939, el mercante de 10.000 toneladas “Doric Star” emitió una señal de socorro al ser hundido por el Graf Spee, lo que dio al comodoro Harwood, líder de la fuerza británica, una idea de la posición del crucero alemán. El marino inglés dedujo que el estuario del Río de la Plata podría ser el destino del capitán Langsdorff, y no se equivocó. La mañana del 13 de diciembre, no muy lejos de Punta del Este, se produjo el gran choque. El crucero Exeter, con Harwood a bordo y dos cruceros más pequeños, el Ajax y el Achilles, fueron avistados a las 5:30 hs por los vigías alemanes. Si bien los británicos contaban con tres embarcaciones, el poder de fuego favorecía a los alemanes. Los caños de 280 mm. eran temibles, mientras que las armas más grandes del Exeter eran de 203 mm. El Graf Spee castigó duramente al Exeter, le provocó muy serias averías y 61 muertos. Los más pequeños Ajax y Achiller se dirigieron a toda máquina hacia el corsario alemán, para aliviar a la nave de Harwood del castigo. En una decisión que no está todavía clara y que ha sido muchas veces censurada, Langsdorff, en lugar de enfrentar a los oponentes más débiles que seguían disparando, echó una cortina de humo y viró en dirección al Río de la Plata. Se dice que el capitán tuvo miedo de un ataque con torpedos de los cruceros ligeros. Así fue que con algunos daños menores provocados por muchos impactos, 36 muertos y 60 heridos, el Graf Spee entró en la rada de Montevideo.

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El Admiral Graf Spee en Montevideo.
El Admiral Graf Spee en Montevideo.

 

 

Lo que siguió después fue la continuación del combate por otros medios: La diplomacia y el espionaje. Uruguay fue rápidamente presionado por Gran Bretaña; apenas se otorgó a Langsdorff 72 horas para realizar las reparaciones, un par de ellas muy necesarias. Si excedía ese tiempo sería internado en una nación muy cercana a los intereses ingleses. Los servicios de inteligencia enemigos se pusieron en marcha para convencer a Langsdorff de que estaba rodeado por numerosas fuerzas enemigas que se estaban concentrando fuera del Río de la Plata, lo que no era cierto en absoluto. En Berlín se decidió dejar a criterio del comandante los pasos a seguir. En la otra orilla del Río de la Plata, los servicios de inteligencia también comenzaron a mover sus hilos. Desde la embajada del Tercer Reich se ordenó al espía portuario Rudolf Hepe, empleado en una firma naviera, tomar dos remolcadores y dirigirse clandestinamente hacia Montevideo. Así fue que el 17 de diciembre, mientras una multitud se agolpaba en el puerto de Montevideo, deseosa de ver un combate naval que nunca se produciría, Langsdorff condujo su nave hasta las inmediaciones de las aguas que dividen Uruguay y Argentina y la voló con explosivos. En las inmediaciones aguardaba el mencionado agente Hepe que con dos remolcadores y una chata para conducir a todo la tripulación, 1.055 hombres, hacia Buenos Aires.

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El Admiral Graf Spee en llamas (18 de diciembre de 1939).
El Admiral Graf Spee en llamas (18 de diciembre de 1939).

 

Las perspectivas de ser internados en Argentina eran mucho más alentadoras. Pronto casi la totalidad de los oficiales, muy requeridos para continuar la guerra en Europa, lograron evadirse de del cautiverio gracias a la laxa vigilancia argentina. Para ello contaron con la ayuda de las florecientes redes de espionaje nazis. Langsdorff se quitó la vida el 20 de diciembre y la marinería fue internada en diferentes provincias. El mítico Graf Spee ardió por días. Hoy es una leyenda que está enterrada en el fondo barroso del lecho rioplatense desde hace exactamente ochenta años. Algunas de sus partes, como el telémetro o algún cañón de calibre menor, se exhiben en las inmediaciones del Puerto de Montevideo. El águila de popa, rescatada en 2006, con su gran esvástica de bronce, sigue siendo motivo de grandes controversias en el Uruguay.

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