El Zonda, un periódico que marcó una época

En 1839 Domingo Faustino Sarmiento tenía 28 años. Hacía tres que había vuelto de su primer exilio en Chile. Desde 1838 estaban de regreso en San Juan los jóvenes que habían podido seguir estudios en Buenos Aires. Entre ellos estaba Antonino Aberastain y Manuel Quiroga Rosas, que llegó “cargado de libros a la moda” que Sarmiento devoró. “Durante dos años consecutivos -dice el mismo Sarmiento- prestaron estos libros materia de apasionada discusión por las noches en una tertulia, en la que los doctores Cortínez, Aberastain, Quiroga Rosas, Rodríguez (Dionisio) y yo, discutíamos las nuevas doctrinas, las resistíamos, las atacábamos, concluyendo al fin por quedar más o menos conquistados por ellas”. Fue en estas reuniones, en casa de Quiroga Rosas, en el café del Carmen o el café Aubone, donde nació la idea de fundar la Sociedad Literaria de San Juan y también fue el germen de El Zonda.

Gobernaba San Juan Nazario Benavides, el “caudillo manso” que había decidido la reapertura de la Escuela de la Patria, permitió el regreso de la Compañía de Jesús y aceptó la creación del “Pensionado de Niñas y Señoritas de Santa Rosa de América”, por iniciativa de Sarmiento y el mismo grupo de jóvenes.

Seis ediciones que harían historia

Con una periodicidad semanal, El Zonda apareció los días sábados 20 y 27 de julio, y 3, 10, 17 y 25 de agosto de 1839. Tenía formato de “medio pliego de papel de imprenta” (aproximadamente un tabloide actual). Sus cuatro primeros números tuvieron cuatro páginas y los dos últimos, seis. Aunque no hay secciones, sí están diferenciados los contenidos periodísticos de los avisos.

Dentro del espacio periodístico, El Zonda publica en cada edición uno o dos textos extensos que desarrollan los principales temas; a éstos siguen textos de menor despliegue, fundamentalmente cartas, reproducciones de contenidos de otros periódicos e informaciones sobre el movimiento de presos o la entrada y salida de personas de la provincia. Los avisos siempre ocupan la última página.

Para despertar a los sanjuaninos

El Zonda indica claramente en su primer número: “Nosotros nos ocuparemos con preferencia en el discurso de nuestras publicaciones, de nuestro gusto más bien que del de nuestros lectores…”. Los seis números evidencian la voluntad de cumplir con este propósito, que tiene como finalidad “despertar” de su adormecimiento al pueblo sanjuanino.

Para cumplir este objetivo, todos los ámbitos temáticos podían ser abordados; la sola condición parecía ser la de llamar la atención sobre el estado de atraso en que se encontraba la provincia, así como los caminos a tomar, generalmente imitando a otros países.

Ya sea porque no era ese su objetivo o por preservar la existencia de la publicación, El Zonda no critica al gobierno local, como tampoco opina sobre la política nacional o porteña. El mismo Sarmiento lo dice, en “Recuerdos de Provincia”, que su periódico “fustigaba las costumbres de aldea, promovía el espíritu de mejora, y hubiera promovido bienes incalculables, si el gobernador, a quien El Zonda no atacaba, no hubiese tenido horror a la luz que se estaba haciendo”.

Una plataforma

Son escasísimos los textos de El Zonda que hacen referencia a hechos ocurridos en la semana transcurrida entre una publicación y otra. No faltan autores que afirmen que, en realidad, los escritos publicados a modo de capítulos de una obra mayor, constituyen un programa de gobierno, una plataforma que después Sarmiento intentaría aplicar en la gobernación de San Juan.

Cómo eran los textos

Gran parte de los textos publicados en El Zonda responden a una estructura cronológica. Prácticamente todos incluyen situaciones imaginarias que hacen las veces de disparadores para que el autor pueda hacer llegar al lector aquello sobre lo que quería comunicar sus ideas.

Tanto la preferencia por textos narrativos como la invención de personajes o situaciones pueden ser encuadradas en la necesidad de llegar a un público que no posee hábitos de lectura.

Junto a los textos narrativos es posible encontrar desarrollos claramente argumentativos, con estructuras que hacen gala de la mejor tradición retórica.

Además hay en los seis números otra gran variedad de formatos: avisos que prestan algún tipo de servicio, chistes con formato de avisos, diálogos, consejos, cuadros “estadísticos”, versos y cartas.

Las cartas y un juego con los lectores

La gran mayoría de las cartas publicadas en El Zonda era inventada. Esta era una estrategia muy utilizada en el periodismo de entonces: el recurso al género epistolar para introducir de manera atractiva temas que el redactor quiere desarrollar, así como aclarar dudas que supone existen en su público. Ante la falta de iniciativa de ese público para expresarse, el editor lo hace con una carta que él mismo responde.

Dentro de este estilo, una particularidad es el uso habitual que Sarmiento hace de la modalidad de la impostación, cuando adopta una voz y un seudónimo, según aquello que quiera comunicar y el efecto que desee lograr.

El sanjuanino usa hábilmente el “efecto seudónimo”, vinculando el nombre elegido con la temática o usándolo para ridiculizar a sus críticos. Don Serio, Don Rudo, Don Gurdo, son algunos de los nombres elegidos para supuestos lectores que envían cartas que critican al periódico y que de esa manera son menospreciados por no tener sentido del humor, por no ser educados o por rechazar los cambios.

Otra de las cartas de El Zonda está firmada por la Señora Josefa Puntiaguda, de Angaco. Sarmiento toma la voz y el nombre de una mujer para dirigirse precisamente a otras mujeres, a las cuales quiere ganar como lectoras y para las que explica algunos temas que él, como hombre y como autor, considera importantes. El juego está en que el público sabe o adivina que es Sarmiento y no Josefa quien escribe esa carta.

Otro de los recursos es la introducción de personajes y diálogos, así como modalidades a través de las cuales Sarmiento, evidentemente principal redactor, “habla” todo el tiempo a sus lectores y no lectores, les avisa, les ordena, les enseña, los provoca.

El periodismo en épocas de Sarmiento

El periodismo era, en la época de Sarmiento, una actividad exclusivamente masculina, ejercida en general por jóvenes ilustrados que tenían otras claras metas profesionales o políticas. No se utiliza la palabra “periodista” (sí redactores o editores) y su tarea en ningún momento es caracterizada como una profesión u oficio.

Destinatarios de los contenidos

A diferencia de sus contemporáneos como Alberdi o Echeverría, Sarmiento no escribe para un público selecto sino para todo el pueblo. De ahí que lo suyo constituyera un doble desafío: no bastaba con escribir de manera tal de ser entendido, era necesario construir un hábito de lectura.

El público al que con tanta insistencia invoca en casi todos sus textos es una preocupación siempre presente: “La población asciende a 30.000 habitantes por lo menos. De éstos, los 25.000 ni saben leer corriente, quedan 5.000. De éstos, a 4.000 se les ha olvidado por falta de ejercicio, o lo que es lo mismo, porque no se había publicado nuestro periódico. De los mil que quedan, a 600 no les importa nada lo que nosotros escribamos”. La hipótesis, publicada en el primer número, es que El Zonda podía contar con 50 suscriptores.

Una empresa a pérdida

De la misma manera que para todas las publicaciones periódicas de la época en el país, no puede hablarse en el caso de El Zonda de una empresa cuyo objetivo fuera lucrar. Sin embargo, todo indica que Sarmiento y sus amigos estimaban que, con un capital inicial para el papel del primer número, en adelante los costos podrían cubrirse con las suscripciones. Lo cierto es que El Zonda no consiguió ni siquiera las 50 suscripciones que habían calculado sus editores.

Cierre y testamento

En la interpretación de algunos historiadores, no fue sólo la falta de suscriptores lo que provocó el cierre de El Zonda. Para la época de publicación de este periódico, estaba en vigencia en San Juan un decreto en el que, en 1825, Salvador María del Carril había contemplado que cualquier habitante pudiera imprimir periódicos, si encomendaba su venta a la imprenta del gobierno (la única existente) para que ésta se cobrase. A este recurso legal quisieron acogerse Sarmiento y sus compañeros, pero chocaron con la interpretación de Benavides, que insistió en cobrar por la impresión de cada pliego una suma que los editores no podrían reunir.

Otros analistas interpretan la actitud de Benavides como sólo un pretexto para sacarse de encima a este grupo que con sus ironías había pasado ciertos límites, como la publicación de un verso satírico que parecía aludir a la esposa del gobernador.

El Zonda se despidió de sus lectores con un recordado testamento.

La investigación

Este artículo fue elaborado a partir del análisis realizado, entre otros, al periódico El Zonda, en el marco del proyecto “Periodismo y Opinión Pública en San Juan, 1825-1934”, desarrollado en el Gabinete de Estudio e Investigación en Comunicación (GEICOM) del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales.

Texto extraído del sitio: http://www.revista.unsj.edu.ar/revista54/nota_Yornet_Collado.php

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