El misterioso asesinato de Monsieur Leclair

La mañana del 23 de octubre de 1764, un vecino que pasaba frente a la casa del compositor Jean Marie Leclair, notó que su sombrero y la capa estaban tiradas en el jardín y la puerta de la casa entreabierta.

Entró a la casa y encontró al músico yaciendo en el vestíbulo con su camisa manchada de sangre. Había sido acuchillado tres veces. Alrededor del cadáver había varios objetos, entre ellos un libro de anécdotas musicales, L’Elite des bon mots, y un cuchillo de caza, que no tenía indicios de haber sido usado para matar a la víctima.

Avisada la policía, ésta comenzó a indagar al jardinero, quien tenía algunos antecedentes penales. Su testimonio fue confuso y su coartada no pudo ser confirmada por la propia pareja. Además, parece que el hombre había amenazado de muerte a otros vecinos, por lo que su prestigio en el vecindario dejaba mucho que desear.

Sin embargo, faltaba el arma homicida y la causa. Nada se había sustraído del hogar de Leclair, aun existiendo objetos de valor. Lo único que faltaba era el reloj del músico.

También se indagó al sobrino de la víctima, Guillaume-François Vial, con quien la víctima no tenía buena relación, ya que Leclair se había negado a recomendarlo al duque de Gramont. El reporte de la policía señalaba la conducta rara que había observado durante el entierro de su tío, más el hecho que, según se rumoreaba, gozaba de los favores de la flamante viuda de Leclair ¡Voilá! ¡He aquí la razón! Cuando no hay dinero de por medio, hay que seguir al dicho “Cherchez la femme” (“busca a la mujer”, consigna famosa de Alejandro Dumas, aunque para su publicación en “Les Mohicans de Paris” todavía faltaba un siglo).

La viuda era un personaje especial por ser una destacada editora de música, la única mujer dedicada a esos menesteres. Debe haber sido notable, porque Leclair después de separarse continuó trabajando con ella. Al momento de morir, Monsieur Leclair vivía solo.

La policía, al no tener evidencia más que circunstancial, cerró el caso y la muerte del músico quedó impune.

Tiempo después, este asesinato fue analizado por médicos forenses que dedujeron que quien mató a Leclair debió haberle sido familiar, ya que las estocadas que lo mataron, fueron infligidas de frente. No había en el cadáver signos de forcejeo. Bien podrían haberlo asesinado con un material punzante (como los que usaba su esposa). Sin embargo, la policía no había revisado el instrumental de madame ni había examinado la correspondencia entre el compositor y su futura viuda, la de ésta con el sobrino, ni la de éste con su tío. Evidentemente, la policía de entonces era poco intromisiva.

¿A qué conclusión llegaron los forenses? Según se deduce, los eventos transcurrieron en el siguiente orden: La señora fue a ver a su ex marido a fin que recomiende a su sobrino para un puesto en la Corte. Leclair se rehusó y acusó a su ex de favorecer al joven. La insultó y una palabra llevó a la otra. Madame, quizás para defenderse, usó uno de sus cinceles que clavó en el cuerpo del, por entonces, futuro ex marido. Las heridas recibidas provocaron la muerte del músico. Para despistar, Madame Leclair desordenó el cuarto, puso el libro de citas musicales que era muy del gusto de Leclaire (y de la misma Madame) y arrojó la capa al jardín. No necesitaba robar nada porque todo lo habría de heredar…

La participación del sobrino o el jardinero solo fue especulativa.

Con la sana intención de acompañarlos a meditar sobre las virtudes y los peligros del matrimonio, les recomendamos escuchar a continuación la Sonata para dos violines, Opus 5 del siniestrado Jean Marie Leclair.

Jean Marie Leclair

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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