El gran reformador

Formado en la música erudita y entrenado en el discurso musical del jazz, Piazzolla impregnó al tango de una estética más rica y compleja, con un estilo singular y poderoso que combinó elementos nuevos con el pulso natural del género. Con la ambición de cruzar el lenguaje de lo popular y lo culto, emergió del mejor linaje de la tradición tanguera, la orquesta de Aníbal Troilo, a la que luego desafió para, finalmente, instalarse en el canon que hoy ocupa.

Astor Piazzolla nació el 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata; vivió 71 años en los que modeló una obra con alrededor de 1.000 composiciones originales.

A los 8 años, su padre le regaló un bandoneón e inició sus estudios, que tuvieron una etapa esencial en Nueva York bajo la tutela del pianista húngaro Bela Wilda, discípulo de Serguéi Rachmaminov.

Tuvo un temprano encuentro con Carlos Gardel en Manhattan, en 1934, durante la filmación de la película El día que me quieras, en la que Piazzolla interpretó a un canillita. Detrás de escena, el joven Astor le mostró a Gardel su pericia con el bandoneón. “Vas a ser grande, pibe, pero el tango lo tocás como un gallego”, sentenció el cantor.

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De vuelta en la Argentina, Piazzolla inició en 1941 una etapa de estudio con Alberto Ginastera y práctica con la orquesta de Troilo, en la que fue bandoneonista y arreglador. A menudo Troilo debía moderar sus composiciones para no espantar a la ortodoxia tanguera y, sobre todo, para aplacar las quejas de sus propios músicos, que necesitaban horas de estudio para llevar al escenario las partituras del bandoneonista.

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En 1944 abandonó la orquesta de Troilo y también el tango para estudiar otras sonoridades. En París, mientras estudiaba con la prestigiosa pedagoga Nadia Boulanger encontró su estilo personal y se reconcilió más tarde con la melodía porteña. En 1958, emprendió un viaje a Nueva York donde trabajó como arreglador. De esa etapa surgió el célebre Adios Nonino, escrito a raíz de la muerte de su padre.

A su regreso a Buenos Aires, en los años sesenta, forma el mítico Octeto Buenos Aires y comienza un camino personalísimo y sin retorno. En 1969 presenta Balada para un loco, con textos de Horacio Ferrer y la voz de Amelita Baltar. Todavía es una de sus composiciones más populares.

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Astor Piazzolla y Horacio Ferrer.
Astor Piazzolla y Horacio Ferrer.

 

Fue también un gran polemista. Desde las trincheras de la palabra enfatizó contradicciones que, en más de un sentido, señalaban una distancia discursiva que su música no trazaba de forma tan categórica. Aníbal Troilo, un guardián de la tradición fue, acaso y a pesar de las críticas que ambos se lanzaron, también quien mejor lo comprendió.

En la primera parte de los ’70 establece su base de operaciones en Italia y junto con músicos de ese país graba diversos discos. El más determinante fue Libertango (1974). Ese mismo año también grabó Reunión Cumbre, con Gerry Mulligan.

En 1989 estrena su último grupo: el Sexteto Nuevo Tango, con Daniel Binelli en bandoneón y Gerardo Gandini en piano.

Piazzolla sufre una trombosis cerebral el 5 de agosto de 1990 en un hotel de París, ciudad en la que residía. Nueve días después, “en estado de coma y con lesiones cerebrales irreversibles”, según el diagnóstico del hospital Ambroise Pare, fue trasladado a Argentina por decisión de su esposa e ingresado en una clínica de Buenos Aires.

El músico salió del coma 15 días más tarde. Su delicado estado obligó a internarlo varias veces en distintas clínicas, con cuadros de neumonía y, en tres ocasiones, también en coma. Murió 4 de julio, a los 71 años, en Buenos Aires acompañado por su esposa y dos hijos. Sus restos están inhumados en el cementerio Jardín de Paz, en la localidad de Pilar.

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