El color del dolor

Vivió treinta y siete años, dedicó casi veinte a la pintura. Y jamás vendió ninguna de sus 500 obras.

La vida de Vincent Van Gogh vida osciló entre una beatitud de predicador evangelista y una viciosa relación con prostitutas, que culminó con la entrega de su oreja a una de ellas. Fluctuó entre la idílica relación con su hermano Theo y los intentos de agresión a Gauguin y a sus médicos tratantes; se extendió desde la oscuridad de los cuadros inicia les al brillo alucinante de su obra final.

Mucho se ha escrito sobre los males de este hombre que lo llevaron al hospicio, a la automutilación y, finalmente, al suicidio*, con un fallido disparo al corazón y una lenta agonía ante la consternación de su hermano (que también moriría seis meses después). “Es asunto mío” fueron sus últimas palabras.

Esquizofrenia o epilepsia suelen ser los diagnósticos barajados. Probablemente, la impulsividad de sus actos, sus oscilaciones, la viscosidad en sus relaciones y su tendencia a la autoagresión nos inclinen a pensar más en este último diagnóstico, situación que explicaría también su evolutiva búsqueda hacia colores más brillantes, especialmente, el amarillo que tiñó los cuadros de sus últimos tiempos.

En una época de reducida farmacopea, los profesionales tenían la costumbre de usar remedios en forma más extendida a la de su real utilidad. El Dr. Félix Rey, médico recién graduado, era el encargado del tratamiento de Vincent durante su internación en Arlés. Muy probablemente, lo haya medicado con digitalina (producto sobre el que después, presentó varios trabajos acerca de sus efectos terapéuticos).

<b><i>        El dormitorio en Arlés</i></b> (octubre de 1888). Contraste de colores y pinceladas, armonía luminosa e intensidad que producen quietud y reposo. Este tema reconoce varias versiones, donde cambian algunos objetos su posición.</p>
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El dormitorio en Arlés (octubre de 1888). Contraste de colores y pinceladas, armonía luminosa e intensidad que producen quietud y reposo. Este tema reconoce varias versiones, donde cambian algunos objetos su posición.

 

El Dr. Rey recibió en agradecimiento una pintura de Vincet, que inmediatamente recluyó en el altillo de su casa. Años después, cuando le comentaron que su paciente era un pintor reconocido pensó que se burlaban de él. Jamás colgó ese cuadro, que fue vendido años más tarde, por su descendencia.

La digitalina es un compuesto que se extrae de la digitalis purpúrea, flor ya utilizada por las curanderas medievales para tratar, con éxito, el edema producido por la insuficiencia cardíaca. A la fecha, continúa siendo un pilar en el esquema terapéutico para dicha afección. Pero la digitalina usada en exceso conlleva un efecto colateral en la visión: la exaltación del color amarillo (técnicamente llamada xantopsia).

El Dr. Gachet fue el médico que lo trató durante sus últimos meses de vida y al que Vincent había recurrido a instancias de su hermano (siguiendo una recomendación de Pisarro). Era un entusiasta en el uso de esta droga. Curiosamente, el último trabajo de Van Gogh muestra al Dr. Gachet con una flor en la mano, justamente, una campanilla o digitalis purpúrea (hoy día, uno de los cuadros más caros en la historia del arte).

Retrato del Dr. Gachet, una de sus últimas pinturas. El doctor, con aire soñador, sostiene una digitalis púrpura.
 

Se han señalado otras fuentes de intoxicación como causa de esta tendencia a exaltar el amarillo: su adicción al ajenjo, bebida alcohólica popular hacia fines del siglo pasado, prohibida por los problemas que generaba, debido a su principio activo, el thujone, que también produce visión amarilla.

El uso de Santonina como medicamento para los trastornos digestivos también acarrea una alteración en la visión de los colores y, probablemente, Vincent lo usase bajo propia prescripción. Vincent vivía solo, tenía escasos medios, por lo que su alimentación era irregular, de dudosa procedencia y desequilibrado balance nutritivo. Además, tenía la costumbre de llevarse a la boca cualquier objeto. Signac debió sacarle la trementina que usaba para pintar porque intentó beber la en su presencia.

Mucho se ha comentado sobre los halos de colores alrededor de las luces que aparecen, especialmente en sus cuadros nocturnos, circunstancia harto sospechosa de un aumento brusco en la presión ocular, que ocasiona un edema corneal con la consiguiente descompensación de la luz blanca y en halos que parecen arcoiris.

Sin embargo, durante el examen visual que le hiciera el Dr. Gachet (como médico de los ferrocarriles franceses debía realizar rudimentarios exámenes visuales a los trabajadores, por lo que contaba con algunos instrumentos oftalmológicos) no detectó mayores alteraciones visuales, constatando 10/10 de visión en ambos ojos.

Sea por un problema visual, sea por una proclividad ligada a su psicopatología o por una inclinación artística propia de su búsqueda estética (interesa señalar que en sus autorretratos solía cambiar el color de sus ojos para que combinase con los colores del fondo y del vestido), Vincent Van Gogh nos regaló una obra plena de luz y colores donde el amarillo imperó con el áureo fulgor de sus girasoles.

Girasoles (verano de 1888). La flor con que decoraba el interior de su casita amarilla alquilada en Arlés. La exaltación de color alcanza en los cuadros con estas flores una intensidad casi alucinante, precisamente por su reducción a una tonalidad amarilla dominante y apenas diversificada.

* Sin embargo, en 2011 surgió una teoría que postulaba que Van Gogh no se suicidó, sino que murió por un disparo accidental efectuado por dos muchachos que jugaban con una pistola. En una biografía sobre el artista, Van Gogh: la vida, Steven Naifeh y Gregory White Smith mantienen que el disparo provino de René y Gaston Secrétan, dos hermanos adolescentes que veraneaban en Auvers, y que eran conocidos del pintor, por lo que no habría querido incriminarlos y se habría autoinculpado. Según los autores, René era un chico problemático al que gustaba vestirse de “cowboy”, y se entretenía disparando a animales con una vieja pistola del calibre 38. Así, el 27 de julio de 1890 Van Gogh habría salido como siempre a pintar, recibiendo de forma accidental el disparo del menor de los hermanos. Según Naifeh, historiador del arte titulado en Princeton, “revisamos los testimonios iniciales que dieron lugar a la versión del suicidio, y vimos que no eran nada sólidos”. Este autor afirma que en la entrevista que René Secrétan dio en 1956, el año de estreno de la película que Vincente Minnelli realizó sobre el pintor holandés, su testimonio “está lleno de culpabilidad”. Esta teoría no está confirmada con otras pruebas ni aceptada por la mayoría de la comunidad académica, y el Museo Van Gogh de Ámsterdam considera prematuro valorar las conclusiones a las que han llegado estos autores.

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