El Ángel Exterminador que arrasó La Habana

Jacques de Sores es uno de esos personajes “olvidados” en su propio país. Pero no injustamente, como ocurre habitualmente con esos “héroes” que triunfaron allende sus fronteras y que quedaron arrinconados para su patria, sino que el caso de este corsario es por motivos simples y evidentes: los franceses no se enorgullecen de su figura.

Nacido en Normandía, Sores ha pasado a la Historia por su saqueo a La Habana de 1555. Los dos centenares de marineros que le acompañaron llegaron a la capital cubana con el objetivo de dar con el oro español; y, para hacerse con el botín, estaban dispuestos a lo que hiciera falta. Y de sus pocos escrúpulos le llegó el sobrenombre de “el Ángel Exterminador”.

Este personaje fue uno de los primeros piratas hugonotes que destinaron sus fuerzas en la lucha contra España durante la expansión del protestantismo en Francia. Pero, sin duda, la fama le llegó durante la captura de La Habana al insultar al Papa de turno, enemigo de los protestantes y defensor del intercambio entre el Nuevo Mundo con España y Portugal.

Jacques de Sores lo aprendió todo (o casi todo) de su, digamos, predecesor François Le Clerc, pirata pionero en usar una pierna ortopédica de madera (lo que le valió ser llamado “Pegleg” o “Pata de Palo”). Juntos, en 1552, saquearon la isla portuguesa de Porto Santo; y un año más tarde regresaron a Francia con tres buques de la Corna y una serie de presos encargados por las altas esferas galas después de vilipendiar medio Caribe. También hicieron lo propio con Santa Cruz de la Palma, la cual fue saqueada y quemada.

En julio de 1555, Sores llegaba a La Habana y comenzaba una ofensiva llena de lagunas por las diferentes versiones contadas. Unos dicen que la expedición contaba con dos barcos, otras, con 40… Aun así, todas coinciden en que el corsario entró allí como Pedro por su casa, pues la ciudad estaba indefensa. Y, a pesar de que esperaban encontrarse con grandes cantidades de oro, la realidad fue la contraria. No era para tanto. Así que los piratas optaron por el ensañamiento: un mes de saqueos. Cada casa fue registrada por Sores y los suyos y los españoles y esclavos africanos que se cruzaban en su camino eran asesinados sin reparos. También terminaron con la fortaleza de la Fuerza Vieja y calcinaron todo lo que pudieron: casas, naves, alrededores… Fue tal la facilidad que tuvieron los asaltantes, que, desde entonces, la Corona española replanteó su defensa de la ciudad con la construcción de nuevos edificios de contención.

Texto originalmente publicado en larazon.es

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