E. T. A. Hoffmann

E. T. A. Hoffmann nació en Königsberg, en la Prusia Oriental (actualmente Kaliningrado, en Rusia), en una familia de origen polaco y húngaro. Hijo y sobrino de juristas, aunque tras la separación de sus padres en 1778 se crió con la familia de su madre. E.T.A. Hoffmann. Estudió Derecho en la Universidad de Königsberg y empezó en Glogau su carrera administrativa, que lo llevó a Berlín, Poznan y Plock.

Entre 1804 y 1807 residió en Varsovia, donde vivió una época de intensa actividad profesional y artística con la creación de una orquesta, la organización de conciertos y la composición musical.

La invasión napoleónica y derrota de Reino de Prusia le obligó a regresar a Berlín, ciudad que abandonó en 1808 para trasladarse a Bamberg (Reino de Baviera), donde residió hasta 1813 viviendo en exclusiva de su arte trabajando en el teatro que dirigía su amigo Franz von Holbein (1779-1855) y dedicándose a tareas tan diferentes como director de orquesta y arquitecto.

Más tarde residió en Leipzig y en Dresde antes de regresar definitivamente a Berlín. En 1814 aceptó el cargo de consejero de justicia del tribunal de la administración prusiana de Berlín (Provincia de Brandeburgo), y ejerciendo como jurista hasta su muerte, sin que por ello se resintiera su ingente producción literaria de aquellos años.

La fama de E. T. A. Hoffmann se debe más a su obra como escritor que a sus composiciones musicales, siendo una figura de gran influencia en grandes escritores posteriores como Edgar Allan Poe y Théophile Gautier. Sus obras de ficción, de horror y de suspenso, que combinan lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo psicológico, se encuentran entre las mejores y más influyentes del movimiento romántico.

ETA Hoffmann

 

Inspiración en otros autores

Siendo E. T. A. Hoffmann un magnífico músico, admirado por Beethoven y otros, sus creaciones literarias inspiraron muchas piezas musicales. Algunas de las más famosas son, indudablemente, los cuentos fantásticos en los que Jacques Offenbach basó su ópera Los cuentos de Hoffmann (1880), donde coloca a E.T.A. Hoffmann como el protagonista de las historias: “Der Sandmann” (“El hombre de arena”), “La noche de San Silvestre” (o de año viejo), “El puchero de oro”, “Kleinzach” y “El violín de Cremona”. Léo Delibes, el célebre compositor francés, también utilizó “El hombre de arena” para su ballet Copelia (1870).

Su personaje del kapellmeister Johannes Kreisler también inspiró la obra para piano Kreisleriana del compositor alemán Robert Schumann. Richard Wagner usó un texto de E. T. A. Hoffmann en Los maestros cantores de Núremberg. Vincenzo Bellini usó “El dux y la dogaresa” para la ópera Marino Faliero, Gaetano Donizetti toma muchos rasgos de “Signore Formica” para su ópera bufa Don Pasquale, etc. Así mismo, E.T.A. Hoffmann se inspiró en la ópera Don Giovanni de su admirado Mozart para su complejo relato Don Juan.

E. T. A. Hoffmann, siempre artista completísimo, imprime un horror deliciosamente elegante en obras magistrales como El magnetizador, El mayorazgo, Vampirismo, Los autómatas y otros.

Muchas de sus novelas cortas más famosas fueron reunidas en sus Piezas fantásticas (2 volúmenes, 1814-1815), que también contienen una colección de crítica musical y sus propias ilustraciones. Una de sus obras considerada cumbre es la estupenda novela Los elixires del diablo (1816), famosa por el uso del doppelgänger, es decir, un doble fantasmal y está clasificada como una de las grandes glorias del romanticismo alemán y la literatura universal.

E. T. A. Hoffmann además de notable literato fue dramaturgo y compositor de música religiosa y música incidental para obras de teatro, sinfonías y ballets. Fruto de tal actividad es la propia ópera Ondina (Undine), de 1816, con un libreto basado en un cuento que Friedrich de la Motte Fouqué había escrito en 1811, en pleno auge de las narraciones fantásticas o cuentos de hadas (no debemos olvidar que las colecciones de los hermanos Grimm aparecieron entre 1812 y 1815).

En el libreto de Undine realidad y fantasía se fusionan, se interrelacionan, al menos; concretamente narra la venganza de los “seres sin alma” (o sea, el mundo fantasmal), que se cierne sobre los “seres con alma” (es decir, el mundo real), al haberse opuesto los segundos al deseo de Ondina, hija de las aguas, de ser aceptada por los hombres y de acceder en última instancia al amor humano. Tras esta bella poesía, debemos centrar nuestra atención en el trasfondo temático, por su poder simbólico y evocador así como por su preferencia hacia unos temas que serán germen de la ópera romántica alemana y más concretamente de la de Richard Wagner. Por eso es fundamental conocer la obra tanto literaria como teatral de E. T. A. Hoffmann, en cuanto supone un antecedente inmediato de la obra operística posterior.

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Autorretrato de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, 1822.
Autorretrato de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, 1822.

 

Adaptaciones de sus obras

A pesar de su amplia influencia, sus obras han sido adaptadas al cine esporádicamente, debido probablemente a su dificultad escenográfica, enorme intensidad psicológica y manejo de matices conductuales. La versión más renombrada es la adaptación de la ópera Los cuentos de Hoffmann, realizada por los directores-productores Powell y Pressburger en 1951. El cuento que ha tenido más versiones ha sido su fantasmagórico El cascanueces y el rey de los ratones, célebre gracias al famosísimo ballet de Tchaikovsky El cascanueces, especialmente en series de dibujos animados para televisión.

Algunos cineastas como David Lynch pueden considerarse herederos lejanos del planteamiento psicológico propuesto por Hoffmann, especialmente por ahondar en la situación espectral del “doble”. La última adaptación al cine ha sido llevada a cabo en el cortometraje Don Giovanni, de Ricard Carbonell (2006), en el que se moderniza el cuento “Don Juan” y se plantean cuestiones relacionadas con el doppelgänger (‘doble personal’).

En el año 2000 los hermanos Quay (Stephen Quay y Timothy Quay) codirigen un mediometraje de género musical titulado “The Sandman”, adaptación libre de la obra de Hoffman, contando con el bailarín y coreógrafo William Tuckett.

 

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