En noviembre de 1999, Osiel Cárdenas Guzmán, capo del cártel de Golfo, intercepta con su gente en Matamoros (noreste de México) un auto en el que viajan un agente de la DEA, uno del FBI, y... un informante. Los agentes muestran sus placas. Osiel les dice: "pero ése que llevan es nuestro, gringos..." refiriéndose al delator. No le importa matar a los agentes, pero sabe que de hacerlo su suerte estará echada, lo perseguirán sin cuartel hasta matarlo. Los deja ir (al informador no, por supuesto), les "informa" que ese es su territorio, que no pueden controlarlo allí y que no se les ocurra volver por la zona.