Chávez

La noche del 4 de febrero de 1992, Hugo Chávez encabeza un golpe de Estado. Sus tropas entran en el Palacio de Miraflores; tienen como objetivo no sólo derrocar sino eliminar al presidente Carlos Andrés Pérez. El golpe fracasa; los tiroteos, bazookas y tanques dejan como saldo un baño de sangre. Chávez acepta rendirse, pero pide hacerlo ante las cámaras de televisión. “Lamentablemente los objetivos no fueron logrados; aquí en Caracas no hemos logrado controlar el poder.” Chávez es encarcelado.

El 27 de noviembre del mismo año, con Chávez preso, tropas leales a él vuelven a intentarlo, fracasando nuevamente. Los bombardeos y las luchas en las calles dejan un saldo de cientos de muertos.

En febrero de 1994, el socialcristiano (“copeyano”) Rafael Caldera, líder ancestral de COPEI asume nuevamente la presidencia de Venezuela; en marzo, una de sus primeras medidas es indultar (“sobreseer”, dijeron) a Chávez. El indulto es el fruto de varios factores: una negociación con los sectores políticos de izquierda, la renovada ambición de poder de Caldera (buscaba “poner de su lado” a los insurrectos) y su aversión visceral por su adversario el socialdemócrata (“adeco”) Carlos Andrés Pérez. “Debo confesar que en febrero del 92, Chávez me causó una excelente impresión. Ante las cámaras me pareció un hombre equilibrado, sensato”, fue la opinión de Caldera ante las imágenes de Chávez hablando el día de su fallido golpe de Estado. En fin…

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Chávez es liberado y poco después de su liberación viaja a Cuba. En La Habana se encuentra con Fidel Castro, en lo que sería el inicio de una estrecha relación a lo largo de sus años de gobierno.

A su regreso, Chávez se lanza a la vida política venezolana y comienza su recorrido por los pueblos humildes y, sobre todo, por los medios de comunicación. Lo primero que intenta hacer (y lo logra) es tratar de calmar algunos “temores ideológicos” sobre su persona. Así, sin ningún empacho y sin ponerse colorado dice “no soy socialista”, y cuando le preguntan si cree que en Cuba hay una dictadura o no, contesta “sí, es una dictadura”. Sostiene además que su propuesta incluye “una economía humanista”, “un sistema democrático que atienda al ser humano”. El carisma, la simpatía, la retórica y la perfecta dicción de Chávez lo transforman en un atrayente imán para los sectores populares y carenciados, recontra hartos del péndulo político ineficiente y corrupto que durante tantos años oscilaba entre COPEI y Acción Democrática, los dos partidos tradicionales. “El populismo de Chávez es embelesador”, decía Vicente Fox, presidente mexicano.

El 2 de febrero de 1999 Chávez gana las elecciones presidenciales y accede al poder. La primera frase de su juramento (“juro sobre esta moribunda Constitución…”) es un indicio de lo que vendrá. Ese mismo año convoca a una Asamblea Constituyente y reforma la Constitución venezolana.

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El mismo día de la sanción de la reforma constitucional, Venezuela sufre una terrible catástrofe natural en el estado de Vargas: derrumbes e inundaciones de agua y lodo sepultan y matan a casi 50.000 personas. Chávez, desafiante, augura que “si es necesario, haremos que la naturaleza nos obedezca”, e inmediatamente anuncia que “ha nacido la República Bolivariana de Venezuela, enlutada en su nacimiento”, al tiempo que rechaza (por sugerencia de Fidel) la inmediata ayuda humanitaria ofrecida por Estados Unidos (convertido inmediatamente en el máximo enemigo).

Modifica la bandera venezolana agregándole una estrella a las siete que tenía (que representaban los siete estados que habían firmado la declaración de la independencia) aduciendo que Bolívar mismo lo había hecho en su momento, modifica el escudo (el caballo blanco ahora tiene la cabeza mirando hacia la izquierda) y más tarde el uso horario en una hora y media (para qué hacer números redondos…).

Comienza un período de consolidación del enamoramiento del pueblo venezolano ante un líder diferente a los conocidos hasta entonces. Su histrionismo es natural (“hago sieeeempre lo que quiero y mi palabra es la leeeey…”, dice cantando sin disimulo la clásica canción con un sombrero mexicano ante una multitud); la gente se conecta con él emocionalmente, sin análisis racional de por medio.

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Dispone el aniversario de su fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1999 como un Día de Celebración nacional. Dice lo que se le antoja y cuando se le antoja (“menos mal que existió Mao”), un día dice “no soy marxista porque no me formé en el marxismo”, y a los pocos días expresa “soy bolivariano y también soy marxista”. El pueblo venezolano acepta todo sin chistar y no son pocos los que festejan sus ocurrencias.

Con Chávez en el poder, Venezuela asiste a Cuba económicamente con 40.000 millones de dólares en los años siguientes; más que la asistencia económica de la mismísima URSS a Cuba (30.000 millones en 27 años). “Patria socialista hasta la muerte”, declara Chávez públicamente, ya sin necesidad de disimular nada.

Chávez politiza a las Fuerzas Armadas: “¡tendremos oficiales y tropas revolucionarias, antiimperialistas, socialistas y chavistas… para que les duela más!”, se sincera el ahora Comandante. Tanto las esferas políticas como los segmentos racionales de la sociedad sienten una legítima inquietud ante tal afirmación; sostienen que las Fuerzas Armadas pertenecen al Estado y no deben estar al servicio de ninguna parcialidad política. “Ahora hay partidos políticos, y uno de ellos posee las armas”, piensan, y no les falta razón. Pero ya parece tarde para detener el impulso con que Chávez concentra cada vez más poder, del que ahora el Ejército es un brazo armado.

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Chávez es reelecto en 2002 por amplio margen; comienza su segundo período y su absolutismo ya no reconoce ni respetará obstáculo alguno.

Chávez gasta en sus períodos de gobierno 497.107 millones de dólares en armamento militar (en los anteriores 20 años se habían gastado en el mismo rubro 16.900 millones).

Todo este dispendio de dinero resulta posible gracias a que el barril de petróleo alcanza su precio histórico más alto durante el gobierno chavista: 146 u$d el barril. Chávez dispone de armas, de dinero y de un poder político absoluto, y decide entonces empezar a “desmalezar el terreno”.

Comienza con la CNE (Comisión Nacional Electoral), en la que coloca a uno de sus más fieles esbirros; resultado: ya no habrá más elecciones libres y transparentes en Venezuela. “Yo no tengo problemas en rasparlos a toditos, si a toditos hubiera que raspar”, dice Chávez, dejando sus intenciones más que claras.

Luego toma el control directo sobre PDVSA (Petróleos de Venezuela), la mayor fuente de ingresos del país.

El paso siguiente: los medios de comunicación. Chávez saca del aire a VeneVisión y a VeneVen, dos cadenas de televisión. “¿Hasta cuándo?”, le preguntan. “No sé”, contesta.

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La gente empieza a cansarse y a alterarse; comienzan las protestas en la calle. Chávez reprime con violencia las primeras manifestaciones, con saldos de decenas de muertos.

Interviene el Banco de Venezuela (el banco central) en forma directa y comienza la etapa de expropiaciones: de propiedades privadas, de comercios por su ubicación geográfica; amenaza con expropiar las empresas productoras de alimentos que protestan por su situación, que a esta altura ya es calamitosa. “Les expropio todas las plantas, no tengo ningún problema”, les deja bien claro el Comandante.

Mientras tanto, la corrupción campea: su ministro del interior dice en una entrevista “el socialismo es la única salida”, vistiendo una corbata Louis Vuitton y zapatos Gucci. El hijo de Chávez utiliza aviones de PDVSA para transportar valijas con droga y María Gabriela, la hija favorita de Chávez, es señalada como “la mujer más rica de Venezuela”.

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El precio del petróleo comienza a bajar; entonces, como la “mano negra” del petróleo empieza a perder vigencia por la caída de sus valores, la “mano blanca” de la droga gana espacio. Chávez crea bandas separadas lideradas por lugartenientes fieles, y Venezuela se va transformando en un “narco-Estado”. En Europa detienen a 48 personas con maletas llenas de droga; 8 de ellas eran militares del gobierno chavista.

La violencia y la inseguridad ganan las calles: se mata por nada. Chávez crea las “milicias populares”, cuerpos armados compuestos por civiles, creados por decreto en 2007. La “Milicia Nacional Bolivariana” congrega a 500.000 hombres y otros 190.000 forman la “Fuerza Armada Nacional Bolivariana”. Reprimen y apresan a quien se exprese en disidencia con el gobierno. 15.000 personas son detenidas, 6.000 ejecutadas sin ejercicio judicial alguno, casi 300 son torturados. Decenas de personas mueren violentamente a diario en las calles venezolanas; de hecho, la primera gran ola de venezolanos que decide dejar el país es a causa de la violencia; la segunda ola de exilio será por razones económicas y políticas.

Mientras en las calles hay violencia y muerte, Chávez se acerca a Khadaffi, a Ahmadinejah, a Mugabe, a Al-Assad, y se muestra con ellos públicamente. Como si algo faltara, declara que las FARC colombianas “no son terroristas”; “son un ejército que ocupa un espacio”, dice entusiasmado, y les envía 300 millones de u$d para lo que pudieran necesitar. Insulta a Bush en la ONU pero le sigue vendiendo petróleo a EEUU (que sigue siendo su mejor cliente), aunque eso no le impide vociferar en público “¡Yanquis de mierda!¡Váyanse al carajo!”

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La libertad de expresión llega a su punto más bajo y Chávez cierra RCTV (Radio Caracas Televisión). Ante esto, los estudiantes ponen el grito en el cielo. Chávez redobla la apuesta y propone otra reforma constitucional que le asegure perpetuarse en el poder (algo clásico, digamos). Los estudiantes, unidos, se oponen y salen a la calle con guantes blancos, las manos en alto y en forma absolutamente pacífica; parte del pueblo los apoya y acompaña, y la situación deriva en un plebiscito que se efectúa el 2 de diciembre de 2007: reforma constitucional, ¿sí o no? El resultado favorece al “no” con el 50,7%. Chávez califica el resultado adverso como “una victoria de mierda” de los estudiantes y compañía.

Chávez no soporta la derrota y redobla su agresividad: ahora se la agarra con los judíos (“¡maldito seas, Estado de Israel!¡te condeno desde el fondo de mis vísceras!”), pero no deja afuera a los católicos (“¡señor Cardenal: lo meto preso con sotana y todo!”). Enseguida empieza a perseguir a los jueces, de manera que solo quede a mano su propia justicia. Y también lo logra.

El precio del petróleo sigue bajando; llega a 37 u$d el barril, y el “reparto socialista” se acaba. Hay hambre y carencias para todos… menos para Chávez y sus cercanos. Los hospitales no tienen insumos ni medicamentos, las farmacias menos. Los servicios públicos casi no existen. El pueblo ya casi no tiene comida; para conseguirla tiene que hacer horas de cola, y los milicianos escriben en los brazos de los “coleros” los números de orden. La inflación es casi del 700%.

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Chávez culpa de la situación a EEUU (cuándo no) y a Colombia. Los colombianos empiezan a ser deportados. Las casas de colombianos en ciudades cercanas a las fronteras son marcadas: “R” (“revisada”, significa que sus habitantes ya han sido expulsados) y “RD” (“revisada y a demolición”).

Chávez anuncia con bombos y platillos que Venezuela abandona la CIDH (Comisión Interamericana de los Derechos Humanos), no sin antes insultarlos apropiadamente.

No puede con su genio y aflora su megalomanía, dirigiéndose a sus seguidores aún hipnotizados: “¡Chávez ya no soy yo…! ¡Chávez es el pueblo, Chávez somos millones, tú también eres Chávez! ¡Tú, mujer venezolana; tú, joven venezolano; tú, niño venezolano; tú soldado venezolano!”

Según la OEA, 4.500.000 de venezolanos se han autoexiliado de su patria hasta el día de hoy.

En 2011 le diagnostican cáncer. A fines del 2012 decide ungir a su canciller y vicepresidente, Nicolás Maduro (ex guardaespaldas, conductor de autobuses y sindicalista) como su sucesor.

Hugo Chávez murió el 5 de marzo de 2013.

Venezuela todavía agoniza.

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  • 4.46 – “Lamentablemente los objetivos no se cumplieron…”
  • 8.51 – “Chávez me paeció un hombre sensato…”
  • 16.49 – “No soy socialista” ” Sí, Cuba es una dictadura”
  • 17.15 – “Economía humanista’
  • 19.35 – “Sobre esta moribunda Constitución…”
  • 21.07 – “Hago siempre lo que quiero…”
  • 23.19 – “Menos mal que existió Mao”
  • 24.10 – “Marxista no soy…”
  • 24.36 – “… y también soy marxista…”
  • 31.20 – “Patria socialista o muerte”
  • 32.00 – “…tropas revolucionarias y chavistas…”
  • 37.00 – “Yo no tengo problema en rasparlos a toditos…”
  • 40.30 – “…les expropio todas las plantas…”
  • 52.50 – “Yanquis de mierda, vayanse al carajo”
  • 54.30 – “las FARC no son terroristas”
  • 59.00 – “Es una victoria de mierda”
  • 1h 04 min – “maldito seas Israel”

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